El macrismo y
la destrucción de la Educación Pública
-Banco Mundial y
privatización de la educación pública
El macrismo y la destrucción de la
Educación Pública
POR DANIEL ENRIQUE
YÉPEZ
El futuro inequitativo y anti-educativo que imagina el
macrismo es inviable si no se destruyen previamente los fundamentos materiales
y simbólicos de las conquistas sociales y los derechos universales provistos
por el Estado.
El macrismo y la
destrucción de la Educación Pública.
Por Daniel Yepez * |
La panacea del crecimiento económico en el segundo semestre de 2016 sigue sin
aparecer, mientras la recesión del 2 al 3% refuta los aguados pronósticos de
los oráculos de la dependencia económica, al finalizar el primer año de gestión
de la “revolución de la alegría”. La inflación sobrepasa el 40%, agudizando los
indicadores de carestía y generando en los asalariados formales una caída entre
el 12% y el 18% de sus ingresos reales, en consonancia con una tasa de
desempleo que supera el 20%, encaminándolos hacia una desigualdad similar al
2001. Desnudando la mentira de “pobreza cero” -en sólo doce meses- cayeron en
el infierno de la indigencia más de un millón de compatriotas. Este festival de
corrupción y latrocinio institucionalizado por parte de los funcionarios
macristas -saqueadores seriales de los bienes del Estado-, de los recursos
públicos y del patrimonio social, natural y territorial de la nación, es
respaldado por una campaña mediática, destinada a mantener al pueblo argentino
prisionero de la ignorancia y la alienación.
Macri aún no rindió cuentas sobre el sostenido fraude fiscal
que practica de antaño con su familia y grupo de amigos, a través de los
carteles off shore que montó en paraísos fiscales como Panamá. Su
vicepresidente escondió bolsos con dólares de dudoso origen, utilizando los
helicópteros del estado para depositarlos de contrabando en cuentas secretas
extranjeras. El titular del Banco Central arrastra un cajoneado proceso por el
fraudulento manejo de la deuda pública y el jefe del Banco Nación participó en
las malversaciones de los fondos buitres. Por su parte, el secretario de
energía suscribe contratos con sus amigos de Shell, imponiendo impagables
tarifas a servicios esenciales como luz y gas, mientras los grandes monopolios
que concentran alimentos estrangulan al consumidor a través de una
descontrolada suba de precios.
La manipulación de los fondos públicos le fue útil -entre
otras cosas- para sobornar a la dirigencia corrupta de la CGT, permitiéndole a
la burocracia sindical proseguir con la turbia administración de las obras
sociales, a fin de frenar la lucha y movilización de los trabajadores. Este
“presidente” que dice respetar la institucionalidad republicana, no sólo se
maneja con autoritarios decretos de “necesidad y urgencia” al mejor estilo de
los Onganías o Videlas, sino que, alimentando el cretinismo parlamentario
actual, se desespera por terminar de reducir el Congreso Nacional a una oficina
de favores para aprobar sus leyes. En el plano judicial, promueve la renuncia
de jueces adversos, disciplina a fiscales honestos y solapadamente negocia los
temas conflictivos con esa grotesca comparsa denominada “Corte Suprema”.
Infalible manera de recibir protección judicial frente a cualquier
investigación sobre su doloso enriquecimiento personal.
La declamada imparcialidad, la garantía de trabajo a
comunicadores opositores y la “libertad de prensa” fueron barridas de un
plumazo, represión mediante, luego de la autoritaria supresión de la Ley de
Medios. Las principales corporaciones mediáticas no sólo intoxican
cotidianamente con noticias falsas o tergiversadas a la ciudadanía a fin de
sostener lo insostenible, sino para ampliar su influencia con la próxima
regulación del cable, los satélites, la telefonía y el fútbol. La contracara de
este blindaje mediático es el ocultamiento de la criminalidad, de la pobreza y
desesperación de los más vulnerables, favoreciendo la creciente desocupación,
la marginalidad y la miseria material y espiritual en el tejido social. Para no
dejar cabo suelto, utiliza las fuerzas de seguridad para propinar palos, balas
y cárcel a la protesta social -siendo su víctima propiciatoria Milagro Sala-;
mientras negocia sistemas de poder y coimas con las cúpulas policiales
ultra-corruptas, las cuales no sólo afianzaron su connivencia con el delito,
sino que también son responsables de la creciente inseguridad.
Este no es el fin, sino el comienzo…
del trabajo sucio
Quienes desde la ingenuidad, o peor, desde la colonización
cultural piensen que todo está dicho se equivocan. Acuciados por una desastrosa
gestión política y por el descenso vertical de su intención de voto, en el
corto plazo el macrismo intentará revertir la caída del consumo tratando de
amarrar el tipo de cambio a un precio artificial del dólar, lo cual (piensan)
abrirá paso a una efímera primavera económica hasta las próximas elecciones
legislativas. Al mismo tiempo y a fin de apuntalar el jaqueado poder de compra
popular, comprometerán el gasto público endeudando la nación y las provincias
para palear el enorme déficit fiscal (6-8% del PBI) que arrastra este gobierno.
Esta macabra danza de recolonización económica afecta el 11%
del presupuesto nacional, pues uno de sus rubros más importantes el pago de los
intereses usurarios de la deuda externa. Situación que estimula la fuga de
capitales, abre las importaciones, quiebra el desarrollo industrial autónomo y
desfinancia empresas públicas como Aerolíneas Argentinas o Yacimientos
Petrolíferos Fiscales. De este modo, a dicho déficit se agrega el deterioro de
la balanza comercial, el derroche de divisas y la fractura entre inflación y
tipo de cambio, perversiones económicas cuidadosamente ocultadas a una población
prisionera de la estupidización televisiva y la desinformación.
Lo antedicho es el corolario de la primera parte del trabajo
sucio que Macri inició ni bien asumió el poder, cuando graciosamente y al mejor
estilo de patrón de estancia, eximió del pago de retenciones a la rosca
oligárquica latifundista y minera. Escandalosa decisión unilateral que le privó
al Estado de una recaudación impositiva que superaba los 86 mil millones de
pesos anuales. No es extraño, entonces, que este ciclo vicioso de restauración
oligárquico-imperialista se retroalimente continuamente con hechos vergonzosos
como la condonación de la deuda del correo argentino, a su progenitor.
El objetivo final de este nuevo estatuto legal del coloniaje, -parafraseando a don Arturo
Jauretche-, es sembrar la ruina definitiva de la Argentina como nación
soberana. Implica transformarla en una colonia sin derechos, sometida
indefinidamente al vampirismo internacional y al imperialismo anglo-sajón.
Implicar separar nuestra patria de su destino histórico latinoamericano,
reduciéndola a una endeudada factoría aislada de sus naciones hermanas y
tributaria de la codicia internacional impulsada el capitalismo salvaje.
Estos promotores de la entrega nacional ignoran que están
sentados sobre una bomba de tiempo, cuyos efectos son impredecibles. En este
marco, donde la contradicción fundamental se cocina a fuego lento, la
dirigencia del PRO y sus aliados radicales -venales traidores al legado de
Yrigoyen-, se disponen a motorizar una campaña electoral adversa. Aunque
cuentan con el respaldo de un cuádruple poder fáctico: el latifundio, la banca,
la rosca judicial y la corpo mediática, su única esperanza posible -en un
escenario de creciente repulsa- tiene el rostro de Jano: por una lado, azuzar
las tentaciones y la miseria política individualista y divisionista de ciertos
“cuadros” y candidatos enquistados en el movimiento nacional, sin fidelidades,
ni patria, prestos a seguir el camino de Judas Iscariote. Por otro, un aliado
consecuente de esta desgracia social y política que castiga al pueblo
argentino, es el enorme peso que tiene a su favor la alienación ideológica y el
analfabetismo funcional y político que portan importantes sectores de la clase
media (media tonta, reaccionaria y gorila, como la impresentable presidente de
ese sello de goma que es la FUA, por ejemplo); concomitante a la sistemática
manipulación de sus subjetividades, de la que son víctimas los grupos más
desposeídos y vulnerables de la sociedad.
Destruir la Educación Pública
Pero el trabajo sucio no se completará, si no se destruyen
dos de los grandes espacios públicos de la sociedad argentina: la Educación y
la Salud públicas, originados cuando se unificó el estado-nación al finalizar
el siglo XIX y consolidados por los dos grandes movimientos nacional-populares
de la primera mitad del siglo XX. El futuro inequitativo y anti-educativo que
imagina el macrismo para la Argentina, consonante con la terrible desigualdad
de México, la precarización laboral de Perú, las miserables jubilaciones de Chile
o la marginalidad social de Colombia, es inviable si no se destruyen
previamente los fundamentos materiales y simbólicos de las conquistas sociales
y los derechos universales provistos por el Estado de Bienestar, el capitalismo
de Estado, el desarrollo auto-centrado, la distribución de la riqueza, la
solidaridad social a nuestros mayores en el marco de una Patria Grande
emancipada, que aún sobreviven -a pesar de ellos- en el imaginario popular.
Para formar un sujeto egocéntrico, hedonista, consumista, deshumanizado,
analfabeto funcional, prisionero de los sentidos comunes más nefastos; de
instintos primarios e irreflexivos donde la violencia (material y simbólica)
sustituye a la palabra, entrenado para responder a los condicionamientos de
este nuevo conductismo reaccionario y alienado que propone el modelo
civilizatorio neo-neo (neoliberal y neo-conservador) en la era del despojo
-como bien señala Adolfo Gyllis-; es necesario borrar del inconsciente
colectivo la noción de Instrucción Pública, de educación del ciudadano y la
cultura escolarizada gratuita, obligatoria e igualadora, como así también todo
vestigio de conciencia nacional emancipadora.
Para manipular un humanoide desconectado de su propia
realidad y amamantado desde su más tierna infancia con la pseudo información
viralizada por las corporaciones mediáticas durante las 24 horas; no sólo se
requiere de una “pedagogía” orientada hacia la creación de conciencias
anti-solidarias, racistas, prejuiciosas y competitivas, penetradas de
negaciones ideológicas y marcadas por la “iniciativa propia” y el “esfuerzo
personal”, donde el otro, lejos de ser un próximo prójimo -como decía
Benedetti-, sea el rival a eliminar para salir primero; sino que es fundamental
destruir el Sistema Educativo Nacional, centralizado público, estatal e
irrestricto, creado por el roquismo. Dicho en otras palabras, para formatear la
conciencia de niños, adolescentes y jóvenes marcados por la soledad
existencial, la ausencia de utopías, de pensamiento crítico y de una conciencia
autónoma latinoamericana, es necesario suprimir la enseñanza de las relaciones
humanas sobre-determinadas por su contexto, como así también las interacciones
históricas, sociales, culturales, estructurales e intelectuales, que
dolorosamente atraviesan el pasado y presente dependiente, así como el futuro
inescrutable, de los seres humanos que habitan este lado del mundo.
No sólo es la maldad de “gobernantes insensibles” o errores
de gestión, lo que implica este planificado maltrato a los maestros, sino la
presencia de un estratégico programa educativo. El macrismo sabe muy bien que
el afianzamiento del neoliberalismo en todos los órdenes de la sociedad, exige
un drástico deterioro de la enseñanza estatal, encabezado por la precarización
laboral, puesto que en ese ámbito predomina -más allá de la volátil conciencia
política de muchos docentes- una fuerte oposición a la prédica neo-neo. Cuenta
con el apoyo de los grandes medios, hostilizando a los maestros para
enfrentarlos con la población, pues sus cagatintas los presentan como sector
que abusa de privilegios, elude obligaciones y aprovecha el ausentismo. No
ofrecen pruebas de esas calumnias y ocultan las adversas condiciones de trabajo
que prevalecen en la mayoría de escuelas, colegios y universidades públicas. Omiten
la esforzada lucha de los docentes -tanto públicos como privados- que impidió
la destrucción de la educación pública. No olvidemos que las Carpas Blancas de
los ´90s neutralizaron la degradación educativa impulsada por el Banco Mundial
el Fondo Monetario Internacional y el menemismo.
Macri pretende reiniciar ese desguace. Por eso implementa
censos concebidos por las consultoras privadas, para establecer los rankings
escolares que preceden a la privatización. Es totalmente falso que “los
docentes no quieran ser evaluados”. Simplemente se oponen al desguace que
prepara el gobierno. Bullrich ha confesado que promueve una “segunda campaña
del desierto”, en el ámbito educativo. Horrible eufemismo que, por otra parte,
no es ninguna novedad. Basta con estudiar detenidamente los efectos de tierra
arrasada que dejó su política educativa en la ciudad de Buenos Aires, cuando
Macri fue su jefe de gobierno, para saber de qué está hablando. Los niños
hacinados en “aulas conteiner”, sin ventilación, mobiliario, ni útiles
escolares adecuados, lo dice todo. Pero no nos engañemos, lo que realmente
tienen en mente y no lo dicen, es el modelo chileno de endeudamiento de las
familias para costear los estudios, aunque se presenten como adalides de una
educación pública de calidad. Con el cinismo propio de sentirse dueños del
país, declaran su propósito de contener la emigración de alumnos a los colegios
privados, enunciado que choca con el mantenimiento de los subsidios a las
escuelas pagas y con la abrumadora distribución de cargos entre directivos
provenientes de ese sector. El gabinete de egresados del Cardenal Newman que
maneja el país, ni siquiera conoce dónde quedan los colegios del estado.
El intento político de Cambiemos es perpetuarse en el poder
para crear un consenso privatista que naturalice la fragmentación y exclusión
escolar. Necesita de un tiempo prudencial para instaurar creencias elitistas,
que colisionan con la extraordinaria historia de la educación pública
argentina. Para promover la sostenida expansión de una enseñanza privada
reaccionaria, el bloque conservador necesita socavar la subsistencia de la
calidad educativa existente en colegios y universidades públicas, a pesar de
sus menguados presupuestos.
En ese sentido no podemos obviar el des-financiamiento de la
educación superior. Primer eslabón de la campaña para arancelar el grado
universitario e imponer el ingreso restringido. Insisten con el “alto costo” de
las universidades públicas -con bajas tasas de graduación-, en proporción a los
ingresantes y el malgasto en estudiantes extranjeros. No comparan esas
“pérdidas” con los millones de dólares transferidos a los parásitos del sector
financiero, ocultando que los fondos buitres este año recibieron una suma dos
veces y media superior al presupuesto de todas las universidades estatales. En
lugar de proponer programas de becas y subsidios para aumentar el porcentaje
egresados, Cambiemos piensa en la expulsión de los pobres y “sobrantes”, porque
la universidad no es para todos. Su objetivo es despolitizar, embrutecer y
alienar a la población estudiantil que sobreviva al ajuste.SIGUE..