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viernes, 24 de marzo de 2017

El macrismo y la destrucción de la Educación Pública


El macrismo y la destrucción de la Educación Pública

-Banco Mundial y privatización de la educación pública

El macrismo y la destrucción de la Educación Pública
POR DANIEL ENRIQUE YÉPEZ
El futuro inequitativo y anti-educativo que imagina el macrismo es inviable si no se destruyen previamente los fundamentos materiales y simbólicos de las conquistas sociales y los derechos universales provistos por el Estado.
El macrismo y la destrucción de la Educación Pública.
Por Daniel Yepez * | La panacea del crecimiento económico en el segundo semestre de 2016 sigue sin aparecer, mientras la recesión del 2 al 3% refuta los aguados pronósticos de los oráculos de la dependencia económica, al finalizar el primer año de gestión de la “revolución de la alegría”. La inflación sobrepasa el 40%, agudizando los indicadores de carestía y generando en los asalariados formales una caída entre el 12% y el 18% de sus ingresos reales, en consonancia con una tasa de desempleo que supera el 20%, encaminándolos hacia una desigualdad similar al 2001. Desnudando la mentira de “pobreza cero” -en sólo doce meses- cayeron en el infierno de la indigencia más de un millón de compatriotas. Este festival de corrupción y latrocinio institucionalizado por parte de los funcionarios macristas -saqueadores seriales de los bienes del Estado-, de los recursos públicos y del patrimonio social, natural y territorial de la nación, es respaldado por una campaña mediática, destinada a mantener al pueblo argentino prisionero de la ignorancia y la alienación.
Macri aún no rindió cuentas sobre el sostenido fraude fiscal que practica de antaño con su familia y grupo de amigos, a través de los carteles off shore que montó en paraísos fiscales como Panamá. Su vicepresidente escondió bolsos con dólares de dudoso origen, utilizando los helicópteros del estado para depositarlos de contrabando en cuentas secretas extranjeras. El titular del Banco Central arrastra un cajoneado proceso por el fraudulento manejo de la deuda pública y el jefe del Banco Nación participó en las malversaciones de los fondos buitres. Por su parte, el secretario de energía suscribe contratos con sus amigos de Shell, imponiendo impagables tarifas a servicios esenciales como luz y gas, mientras los grandes monopolios que concentran alimentos estrangulan al consumidor a través de una descontrolada suba de precios.
La manipulación de los fondos públicos le fue útil -entre otras cosas- para sobornar a la dirigencia corrupta de la CGT, permitiéndole a la burocracia sindical proseguir con la turbia administración de las obras sociales, a fin de frenar la lucha y movilización de los trabajadores. Este “presidente” que dice respetar la institucionalidad republicana, no sólo se maneja con autoritarios decretos de “necesidad y urgencia” al mejor estilo de los Onganías o Videlas, sino que, alimentando el cretinismo parlamentario actual, se desespera por terminar de reducir el Congreso Nacional a una oficina de favores para aprobar sus leyes. En el plano judicial, promueve la renuncia de jueces adversos, disciplina a fiscales honestos y solapadamente negocia los temas conflictivos con esa grotesca comparsa denominada “Corte Suprema”. Infalible manera de recibir protección judicial frente a cualquier investigación sobre su doloso enriquecimiento personal.
La declamada imparcialidad, la garantía de trabajo a comunicadores opositores y la “libertad de prensa” fueron barridas de un plumazo, represión mediante, luego de la autoritaria supresión de la Ley de Medios. Las principales corporaciones mediáticas no sólo intoxican cotidianamente con noticias falsas o tergiversadas a la ciudadanía a fin de sostener lo insostenible, sino para ampliar su influencia con la próxima regulación del cable, los satélites, la telefonía y el fútbol. La contracara de este blindaje mediático es el ocultamiento de la criminalidad, de la pobreza y desesperación de los más vulnerables, favoreciendo la creciente desocupación, la marginalidad y la miseria material y espiritual en el tejido social. Para no dejar cabo suelto, utiliza las fuerzas de seguridad para propinar palos, balas y cárcel a la protesta social -siendo su víctima propiciatoria Milagro Sala-; mientras negocia sistemas de poder y coimas con las cúpulas policiales ultra-corruptas, las cuales no sólo afianzaron su connivencia con el delito, sino que también son responsables de la creciente inseguridad.
Este no es el fin, sino el comienzo… del trabajo sucio 
Quienes desde la ingenuidad, o peor, desde la colonización cultural piensen que todo está dicho se equivocan. Acuciados por una desastrosa gestión política y por el descenso vertical de su intención de voto, en el corto plazo el macrismo intentará revertir la caída del consumo tratando de amarrar el tipo de cambio a un precio artificial del dólar, lo cual (piensan) abrirá paso a una efímera primavera económica hasta las próximas elecciones legislativas. Al mismo tiempo y a fin de apuntalar el jaqueado poder de compra popular, comprometerán el gasto público endeudando la nación y las provincias para palear el enorme déficit fiscal (6-8% del PBI) que arrastra este gobierno.
Esta macabra danza de recolonización económica afecta el 11% del presupuesto nacional, pues uno de sus rubros más importantes el pago de los intereses usurarios de la deuda externa. Situación que estimula la fuga de capitales, abre las importaciones, quiebra el desarrollo industrial autónomo y desfinancia empresas públicas como Aerolíneas Argentinas o Yacimientos Petrolíferos Fiscales. De este modo, a dicho déficit se agrega el deterioro de la balanza comercial, el derroche de divisas y la fractura entre inflación y tipo de cambio, perversiones económicas cuidadosamente ocultadas a una población prisionera de la estupidización televisiva y la desinformación.
Lo antedicho es el corolario de la primera parte del trabajo sucio que Macri inició ni bien asumió el poder, cuando graciosamente y al mejor estilo de patrón de estancia, eximió del pago de retenciones a la rosca oligárquica latifundista y minera. Escandalosa decisión unilateral que le privó al Estado de una recaudación impositiva que superaba los 86 mil millones de pesos anuales. No es extraño, entonces, que este ciclo vicioso de restauración oligárquico-imperialista se retroalimente continuamente con hechos vergonzosos como la condonación de la deuda del correo argentino, a su progenitor.
El objetivo final de este nuevo estatuto legal del coloniaje, -parafraseando a don Arturo Jauretche-, es sembrar la ruina definitiva de la Argentina como nación soberana. Implica transformarla en una colonia sin derechos, sometida indefinidamente al vampirismo internacional y al imperialismo anglo-sajón. Implicar separar nuestra patria de su destino histórico latinoamericano, reduciéndola a una endeudada factoría aislada de sus naciones hermanas y tributaria de la codicia internacional impulsada el capitalismo salvaje.
Estos promotores de la entrega nacional ignoran que están sentados sobre una bomba de tiempo, cuyos efectos son impredecibles. En este marco, donde la contradicción fundamental se cocina a fuego lento, la dirigencia del PRO y sus aliados radicales -venales traidores al legado de Yrigoyen-, se disponen a motorizar una campaña electoral adversa. Aunque cuentan con el respaldo de un cuádruple poder fáctico: el latifundio, la banca, la rosca judicial y la corpo mediática, su única esperanza posible -en un escenario de creciente repulsa- tiene el rostro de Jano: por una lado, azuzar las tentaciones y la miseria política individualista y divisionista de ciertos “cuadros” y candidatos enquistados en el movimiento nacional, sin fidelidades, ni patria, prestos a seguir el camino de Judas Iscariote. Por otro, un aliado consecuente de esta desgracia social y política que castiga al pueblo argentino, es el enorme peso que tiene a su favor la alienación ideológica y el analfabetismo funcional y político que portan importantes sectores de la clase media (media tonta, reaccionaria y gorila, como la impresentable presidente de ese sello de goma que es la FUA, por ejemplo); concomitante a la sistemática manipulación de sus subjetividades, de la que son víctimas los grupos más desposeídos y vulnerables de la sociedad.
Destruir la Educación Pública 
Pero el trabajo sucio no se completará, si no se destruyen dos de los grandes espacios públicos de la sociedad argentina: la Educación y la Salud públicas, originados cuando se unificó el estado-nación al finalizar el siglo XIX y consolidados por los dos grandes movimientos nacional-populares de la primera mitad del siglo XX. El futuro inequitativo y anti-educativo que imagina el macrismo para la Argentina, consonante con la terrible desigualdad de México, la precarización laboral de Perú, las miserables jubilaciones de Chile o la marginalidad social de Colombia, es inviable si no se destruyen previamente los fundamentos materiales y simbólicos de las conquistas sociales y los derechos universales provistos por el Estado de Bienestar, el capitalismo de Estado, el desarrollo auto-centrado, la distribución de la riqueza, la solidaridad social a nuestros mayores en el marco de una Patria Grande emancipada, que aún sobreviven -a pesar de ellos- en el imaginario popular.
Para formar un sujeto egocéntrico, hedonista, consumista, deshumanizado, analfabeto funcional, prisionero de los sentidos comunes más nefastos; de instintos primarios e irreflexivos donde la violencia (material y simbólica) sustituye a la palabra, entrenado para responder a los condicionamientos de este nuevo conductismo reaccionario y alienado que propone el modelo civilizatorio neo-neo (neoliberal y neo-conservador) en la era del despojo -como bien señala Adolfo Gyllis-; es necesario borrar del inconsciente colectivo la noción de Instrucción Pública, de educación del ciudadano y la cultura escolarizada gratuita, obligatoria e igualadora, como así también todo vestigio de conciencia nacional emancipadora.
Para manipular un humanoide desconectado de su propia realidad y amamantado desde su más tierna infancia con la pseudo información viralizada por las corporaciones mediáticas durante las 24 horas; no sólo se requiere de una “pedagogía” orientada hacia la creación de conciencias anti-solidarias, racistas, prejuiciosas y competitivas, penetradas de negaciones ideológicas y marcadas por la “iniciativa propia” y el “esfuerzo personal”, donde el otro, lejos de ser un próximo prójimo -como decía Benedetti-, sea el rival a eliminar para salir primero; sino que es fundamental destruir el Sistema Educativo Nacional, centralizado público, estatal e irrestricto, creado por el roquismo. Dicho en otras palabras, para formatear la conciencia de niños, adolescentes y jóvenes marcados por la soledad existencial, la ausencia de utopías, de pensamiento crítico y de una conciencia autónoma latinoamericana, es necesario suprimir la enseñanza de las relaciones humanas sobre-determinadas por su contexto, como así también las interacciones históricas, sociales, culturales, estructurales e intelectuales, que dolorosamente atraviesan el pasado y presente dependiente, así como el futuro inescrutable, de los seres humanos que habitan este lado del mundo.
No sólo es la maldad de “gobernantes insensibles” o errores de gestión, lo que implica este planificado maltrato a los maestros, sino la presencia de un estratégico programa educativo. El macrismo sabe muy bien que el afianzamiento del neoliberalismo en todos los órdenes de la sociedad, exige un drástico deterioro de la enseñanza estatal, encabezado por la precarización laboral, puesto que en ese ámbito predomina -más allá de la volátil conciencia política de muchos docentes- una fuerte oposición a la prédica neo-neo. Cuenta con el apoyo de los grandes medios, hostilizando a los maestros para enfrentarlos con la población, pues sus cagatintas los presentan como sector que abusa de privilegios, elude obligaciones y aprovecha el ausentismo. No ofrecen pruebas de esas calumnias y ocultan las adversas condiciones de trabajo que prevalecen en la mayoría de escuelas, colegios y universidades públicas. Omiten la esforzada lucha de los docentes -tanto públicos como privados- que impidió la destrucción de la educación pública. No olvidemos que las Carpas Blancas de los ´90s neutralizaron la degradación educativa impulsada por el Banco Mundial el Fondo Monetario Internacional y el menemismo.
Macri pretende reiniciar ese desguace. Por eso implementa censos concebidos por las consultoras privadas, para establecer los rankings escolares que preceden a la privatización. Es totalmente falso que “los docentes no quieran ser evaluados”. Simplemente se oponen al desguace que prepara el gobierno. Bullrich ha confesado que promueve una “segunda campaña del desierto”, en el ámbito educativo. Horrible eufemismo que, por otra parte, no es ninguna novedad. Basta con estudiar detenidamente los efectos de tierra arrasada que dejó su política educativa en la ciudad de Buenos Aires, cuando Macri fue su jefe de gobierno, para saber de qué está hablando. Los niños hacinados en “aulas conteiner”, sin ventilación, mobiliario, ni útiles escolares adecuados, lo dice todo. Pero no nos engañemos, lo que realmente tienen en mente y no lo dicen, es el modelo chileno de endeudamiento de las familias para costear los estudios, aunque se presenten como adalides de una educación pública de calidad. Con el cinismo propio de sentirse dueños del país, declaran su propósito de contener la emigración de alumnos a los colegios privados, enunciado que choca con el mantenimiento de los subsidios a las escuelas pagas y con la abrumadora distribución de cargos entre directivos provenientes de ese sector. El gabinete de egresados del Cardenal Newman que maneja el país, ni siquiera conoce dónde quedan los colegios del estado.
El intento político de Cambiemos es perpetuarse en el poder para crear un consenso privatista que naturalice la fragmentación y exclusión escolar. Necesita de un tiempo prudencial para instaurar creencias elitistas, que colisionan con la extraordinaria historia de la educación pública argentina. Para promover la sostenida expansión de una enseñanza privada reaccionaria, el bloque conservador necesita socavar la subsistencia de la calidad educativa existente en colegios y universidades públicas, a pesar de sus menguados presupuestos.

En ese sentido no podemos obviar el des-financiamiento de la educación superior. Primer eslabón de la campaña para arancelar el grado universitario e imponer el ingreso restringido. Insisten con el “alto costo” de las universidades públicas -con bajas tasas de graduación-, en proporción a los ingresantes y el malgasto en estudiantes extranjeros. No comparan esas “pérdidas” con los millones de dólares transferidos a los parásitos del sector financiero, ocultando que los fondos buitres este año recibieron una suma dos veces y media superior al presupuesto de todas las universidades estatales. En lugar de proponer programas de becas y subsidios para aumentar el porcentaje egresados, Cambiemos piensa en la expulsión de los pobres y “sobrantes”, porque la universidad no es para todos. Su objetivo es despolitizar, embrutecer y alienar a la población estudiantil que sobreviva al ajuste.SIGUE..



sábado, 4 de marzo de 2017

Tavistock y la Turbulencia Social


Por Daniel Estulín
Extracto de su libro «El Instituto Tavistock».




En Tavistock, Eric Trist y Frederick Emery desarrollaron una teoría acerca de la «turbulencia social», supuestamente para «suavizar el efecto de impresiones futuras», mediante la cual se podía ablandar a una población utilizando fenómenos en masa como cortes en el suministro de energía, hundimientos económicos y financieros y ataques terroristas. «Si las "impresiones" iban muy seguidas, unas de otras, y se administraban cada vez con mayor intensidad, era posible inducir a la sociedad entera a un estado de psicosis colectiva», sostuvieron Trist e Emery. Y también afirmaron que «las personas terminarían disociándose, pues intentarían huir del terror causado por una realidad tan apabullante; se encerrarían en un estado de negación y se refugiarían en diversiones y entretenimientos populares, y mostrarían cierta tendencia a sufrir accesos de cólera».

De hecho, hemos hablado de dos caras de la misma moneda. Por un lado, llevar a cabo una manipulación y un control encubierto y sutil de la conciencia y el pensamiento humanos mediante el poder de la televisión. Y «por el otro, cambiar de paradigma de forma directa y patente, modificar los conceptos básicos, ampliar los parámetros y cambiar el terreno de juego y todas las reglas por las que se define la sociedad, dentro de un período de tiempo excepcionalmente corto» [1].

Una de las personas clave que participaron en la guerra psicológica contra la población creando artificialmente un estado de «turbulencia social» fue Kurt Lewin, un pionero de la dinámica de grupo que formó parte de la Escuela de Francfort durante sus primeros tiempos y huyó de Alemania cuando Hitler asumió el poder. Este pasaje tomado de su libro La perspectiva del tiempo y la moral[Time Perspective and Morale] muestra su forma de entender la guerra psicológica: «Una de las técnicas principales para destrozar la moral mediante una "estrategia del terror" consiste en la táctica siguiente: la persona nunca debe tener muy claro qué lugar ocupa y qué puede esperar. Si además se emplean indistintamente con frecuencia medidas disciplinarias severas y promesas de un buen trato, y se transmiten noticias contradictorias para volver aún más borrosa la "estructura cognitiva" de dicha situación, es posible que la persona deje de saber incluso si un plan en particular la acerca o aleja de su objetivo. En dichas circunstancias, incluso las personas que tienen objetivos claros y que están dispuestas a correr riesgos se quedan paralizadas a causa de graves conflictos internos respecto de lo que deben hacer» [2]. A lo largo de estos últimos cincuenta años, las investigaciones llevadas a cabo en los campos de la psicología, la sociología y la psiquiatría han demostrado que existen límites claramente marcados para el número de cambios que puede soportar la mente y para la índole de los mismos. Según la SPRU, Science Policy Research Unit [Unidad para la Investigación de Políticas Científicas] del centro de Tavistock de la Universidad de Sussex, la expresión «conmociones futuras» es «la ansiedad física y psicológica derivada de la excesiva carga que pesa sobre el mecanismo de toma de desiciones de la mente humana». Es decir, «una serie de sucesos que tienen lugar tan rápidamente que el cerebro humano no puede absorber la información». Una de las situaciones posibles es la que se denomina «superficialidad». Según Emery y Trist, al cabo de varias conmociones seguidas el grupo de población al que van destinadas descubre que ya no quiere seguir tomando decisiones y reduce el «valor de sus intenciones. [...] Esta estrategia sólo puede sostenerse negando las profundas raíces de humanidad que unen [...] a las personas en un nivel personal negando su psique individual».



Entonces sobreviene la apatía, con frecuencia precedida de una violencia absurda, como la que era característica de las pandillas callejeras de Los Ángeles en los años sesenta y ochenta, o que Emery y Trist denominan reacción social organizada a la disociación, tal como se describe en las páginas de la novela de Anthony Burgess titulada La naranja mecánica, una sociedad dominada por una rabia animal. «Ese grupo se vuelve fácil de controlar y obedecerá dócilmente las órdenes sin rebelarse, que es la finalidad del ejercicio», agregan Trist y Emery. Es más, los adultos disociados no son capaces de ejercer una autoridad moral sobre sus hijos, ya que están demasiado ensimismados en sus propias fantasías infantiles, provocadas por la televisión. Y si duda usted de lo que estoy diciendo, observe a las personas adultas de hoy en día, que han aceptado la decadencia moral de la generación sin futuro a la que pertenecen sus hijos, en lugar de enfrentar el conflicto y, de este modo, han aceptado normas morales decadentes.

Exactamente igual que en el Mundo Feliz de Huxley, controlado por las drogas, aquí no hay decisiones morales ni emocionales que tomar, los «hijos de las flores» y la rebelión empapada en drogas de la era de Vietnam constituyen un ejemplo perfecto de cómo funciona esta situación.

Las «frecuentes oscilaciones» pasan por varias situaciones: «Una estable, en la cual las personas son más o menos capaces de adaptarse a lo que les está ocurriendo, o una situcaión turbulenta en la cual las personas hacen algo para aliviar la tensión o se adaptan y aceptan un entorno en tensión. Si la turbulencia no cesa, o se intensifica, llega un momento en que las personas ya no son capaces de adaptarse de forma positiva. Según Trist y Emery, se vuelven personas "inadaptadas"; es decir, eligen reaccionar a la tensión que degrada su vida. Empiezan a rechazar la realidad, a negar la existencia de la misma y a construir fantasías cada vez más infantiles que les permitan seguir adelante. En caso de "turbulencia social" cada vez más intensa, la gente cambia de valores y se rinde ante otros nuevos y degradados; valores menos humanos y más animales» [3].

La segunda situación posible es la de la «segmentación de la sociedad en grupos más pequeños. En esta hipótesis, todos los grupos étnicos, raciales y sexuales luchan unos contra otros. Las naciones se desintegran en grupos regionales, y a su vez esas áreas más pequeñas se dividen en otras menores, según la etnia» [4]. Trist y Emery dicen de esta situación que «aumentan los prejuicios dentro y fuera del grupo a medida que la gente procura simplificar las decisiones. Las líneas naturales que señalaban las divisiones sociales se convierten en barricadas».

La reacción de la sociedad a esta desintegración psicológica y política es el estado fascista de Orwell, modelado en su libro 1984. En él, el «Hermano Mayor» regula las vidas y los conflictos de las personas que componen la sociedad. «Cada grupo dirigente fomenta un conflicto sin fin contra sus propios súbditos, y el objeto de la guerra no consiste en conquistar el territorio o en evitar que lo conquisten, sino en mantener intacta la estructura de la sociedad» [5].

La tercera situación posible es la más tensa, pues supone un retroceso y replegarse hacia «el mundo privado y apartarse de los vínculos sociales que podrían implicar verse envuelto en los asuntos de los demás» [6]. ¿Hay mucha diferencia entre este grado de disociación y el que vemos hoy en los grupos de personas de entre quince y veinticuatro años? ¿Estamos nosotros muy lejos de este panorama moral y social? Es casi el mismo, ¿verdad? Trist y Emery están convencidos de que los hombres se mostrarán dispuestos a aceptar «la perversa inhumanidad del hombre que caracterizó al nazismo». No necesariamente la estructura del Estado nazi, sino el punto de vista moral de la sociedad nazi.

Para sobrevivir en semejante estado, la gente necesitará crear una religión nueva. Wolfe afirma que «las antiguas formas religiosas, sobre todo el cristianismo occidental, exigen al hombre que se responsabilice de su prójimo. Las nuevas formas religiosas serán una modalidad de anarquismo místico, una experiencia religiosa muy similar a las prácticas satánicas de los nazis o a las ideas de Carl Jung» [7]. Ésta es la «Nueva Era», la «Era de Acuario» que predicaban Tavistock y la Escuela de Francfort, con sus sectas religiosas místicas y orientales que llevaban a los conversos jóvenes, con el cerebro lavado, a abrazar esta degeneración. Una vez más, es la televisión la que proporciona el «pegamento social» que adhiere la mentalidad de la población a las nuevas formas de religión.




[1] John Quinn, NewsHawk, 10 de Octubre de 1999.
[2] K. Lewin, «Time Perspective and Morale», en G. Watson, ed., Civilian Morale, segundo anuario de SPSSL, Houghton Mifflin, Boston, 1942.
[3] Lonnie Wolfe, «Turn off your TV», New Federalist, 1997.
[4] Ibid.
[5] George Orwell, 1984, Signet Books, Nueva York, 1961.
[6] Ibid.
[7] «Turn off your TV», Lonnie Wolfe, New Federalist, p. 14, 1997.

Publicado por Xentor Xentinel

 FUENTE: http://xentinels.blogspot.com.ar/2012/07/tavistock.html

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