Conferencia de Norberto Ceresole:
Ultima conferencia del sociólogo y politólogo argentino Norberto Rafael Ceresole, en la presentación de la cuarta edición de su controvertido libro "La Falsificación De La Realidad".
Estas imagenes fueron grabadas el 10 de abril de 2003, apenas veinticinco dias antes de su fallecimiento.
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
domingo, 27 de marzo de 2011
domingo, 20 de marzo de 2011
¡Es la Amazonía, estúpida!
¡Es la Amazonía, estúpido!
Autor: Atilio Borón
Todos recuerdan aquella frase con la que Bill Clinton desarmó a George Bush padre en la competición presidencial de 1992. Una expresión parecida podría utilizarse en el momento actual, cuando muchos piensan, en Brasil y fuera de él, que Obama está de visita en ese país para vender los F-16 fabricados en Estados Unidos, desplazando a su competidor francés, y para promover la participación de empresas estadounidenses en la gran expansión futura del negocio petrolero brasileño. También, para asegurar un suministro confiable y previsible a su insaciable demanda de combustible mediante acuerdos con un país del ámbito hemisférico y menos conflictivo e inestable que sus proveedores tradicionales del Oriente Medio o la propia Latinoamérica. Aparte de eso, la carpeta de negocios que lleva Obama incluye la intervención de empresas de su país en la renovación de la infraestructura de transportes y comunicaciones de Brasil y en los servicios de vigilancia y seguridad que requerirán la Copa Mundial de Fútbol (2014) y los Juegos Olímpicos (2016). Quienes apuntan a estas realidades no dejan de señalar los problemas bilaterales que afectan a la relación comercial, sobre todo debido a la persistencia del proteccionismo estadounidense y las trabas que éste implica para las exportaciones brasileñas. La relación, por lo tanto, está lejos de ser tan armónica como muchos dicen. Además, la creciente gravitación regional y en parte internacional del Brasil es vista con preocupación por Washington. Sin el apoyo de Brasil y Argentina, amén de otros países, la iniciativa bolivariana de acabar con el ALCA no habría prosperado. Por lo tanto, un Brasil poderoso es un estorbo para los proyectos del imperialismo en la región.
Dado lo anterior hay que preguntarse acerca de los objetivos que persigue la visita de Obama al Brasil. Observemos primero los datos del contexto: desde la inauguración del gobierno de Dilma Rousseff la Casa Blanca desplegó una enérgica ofensiva tendente a fortalecer la relación bilateral. No habían pasado diez días de su instalación en el Palacio del Planalto cuando recibió la visita de los senadores republicanos John McCain y John Barrasso; pocas semanas más tarde sería el Secretario del Tesoro, Timothy Geithner, quien golpearía a su puerta para reunirse con la presidenta. El interés de los visitantes se desató ante el recambio presidencial y la esperanzadora señal procedente del Brasilia cuando la nueva presidenta anunció que estaba reconsiderando la compra de 36 aviones de combate a la firma francesa Dassault que, en su monento, había anunciado el saliente presidente Lula. Este cambio de actitud hizo que los lobbistas de las grandes empresas del complejo militar-industrial –es decir, el “gobierno permanente” de los Estados Unidos, con prescindencia del transitorio ocupante de la Casa Blanca- se dejaran caer sobre Brasilia con la esperanza de verse beneficiados con la adjudicación de un primer contrato por 6.000 millones de dólares que, eventualmente, podría acrecentarse significativamente si el gobierno brasileño decidiera, como se espera, ordenar la compra de otros 120 aviones en los años siguientes. Pero sería un error creer que sólo la motivación crematística es la que inspira el viaje de Obama.
En realidad, lo que a aquél más le interesa en su calidad de administrador del imperio es avanzar en el control de la Amazonía. Requisito principal de este proyecto es entorpecer, ya que no puede detener, la creciente coordinación e integración política y económica en curso en la región y que tan importante han sido para hacer naufragar el ALCA en 2005 y frustrar la conspiración secesionista y golpista en Bolivia (2008) y Ecuador (2010). También debe tratar de sembrar la discordia entre los gobiernos más radicales de la región (Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador) y los gobiernos “progresistas” –principalmente Brasil, Argentina y Uruguay- que pugnan por encontrar un espacio, cada vez más acotado y problemático, entre la capitulación a los dictados del imperio y los ideales emancipatorios, hoy encarnados en los países del ALBA, que hace doscientos años inspiraron las luchas por la independencia de nuestros países. El resto son asuntos secundarios. Sorprende, dados estos antecedentes, la indecisión de Rousseff en relación con el reequipamiento de sus fuerzas armadas porque si finalmente Brasil llegara a cerrar el trato favoreciendo la adquisición de los F-16 en lugar de los Rafale franceses su país vería seriamente menoscabada su voluntad de reafirmar su efectiva soberanía sobre la Amazonía. Con esto no se quiere afirmar que Brasil debe comprar los aviones de la Dassault; lo que sí se quiere decir es que cualquier otra alternativa es preferible a su adquisición a un proveedor estadounidense. Si tal cosa llegara a ocurrir es porque la cancillería brasileña habría pasado por alto, con irresponsable negligencia, el hecho de que en el tablero geopolítico hemisférico Washington tiene dos objetivos estratégicos: el primero, más inmediato, es acabar con el gobierno de Chávez apelando a cualquier expediente, sea de carácter legal e institucional o, en su defecto, a cualquier forma de sedición. Este es el objetivo manifiesto y vociferado de la Casa Blanca. Pero el fundamental, a largo plazo, es el control de la Amazonía, lugar donde se depositan enormes riquezas que el imperio, en su desorbitada carrera hacia la apropiación excluyente de los recursos naturales del planeta, desea asegurar para sí sin nadie que se entrometa en lo que su clase dominante percibe como su hinterland natural: agua, minerales estratégicos, petróleo, gas, biodiversidad y alimentos. Para los más osados estrategas estadounidenses la cuenta amazónica, al igual que la Antártida, es un área de libre acceso en donde no se reconocen soberanías nacionales y abierta, por eso mismo, a quienes cuenten con “los recursos tecnológicos y logísticos” que permitan su adecuada explotación. Es decir, los Estados Unidos. Pero, obviamente, ningún alto funcionario del Departamento de Estado o del Pentágono, y mucho menos el presidente de Estados Unidos, anda diciendo estas cosas en voz alta. Pero actúan en función de esa convicción. Y, coherente con esta realidad, sería insensato para Brasil apostar a un equipamiento y una tecnología militar que lo colocaría en una situación de subordinación ante quien ostensiblemente le está disputando la posesión efectiva de los inmensos recursos de la Amazonía. ¿O es que alguien tiene dudas de que, cuando llegue el momento, Estados Unidos no vacilará un segundo en apelar a la fuerza para defender sus vitales intereses amenazados por la imposibilidad de acceder a los recursos naturales encerrados en esa región?
Lo que está en juego, en consecuencia, es precisamente el control de esa zona. Obviamente, de esto Obama no intercambiará una palabra con su anfitriona. Entre otras cosas porque Washington ya ejerce un cierto control de hecho sobre la Amazonía a partir de su enorme superioridad en materia de comunicación satelital. Además, la extensa cadena de bases militares con la que Estados Unidos ha venido rodeando esa área ratifica, con los métodos tradicionales del imperialismo, esa inocultable ambición de apropiación territorial. La preocupación que movió al ex presidente Lula da Silva a acelerar el reequipamiento de las fuerzas armadas brasileñas fue la inesperada reactivación de la IV Flota de Estados Unidos pocas semanas después de que Brasilia anunciara el descubrimiento de un enorme yacimiento petrolero submarino frente al litoral paulista. Allí se hizo evidente, como una relampagueante pesadilla, que Washington consideraba inaceptable un Brasil que además de contar con un gran territorio y una riquísima dotación de recursos naturales pudiera también convertirse en una potencia petrolera y, por eso mismo, en un país capaz de contrabalancear el predominio estadounidense al sur del río Bravo y, en menor medida, en el tablero geopolítico mundial. El astuto minué cortesano de la diplomacia estadounidense ha ocultado los verdaderos intereses de un imperio sediento de materias primas, energía y recursos naturales de todo tipo y sobre el cual la gran cuenca amazónica ejerce una irresistible atracción. Para disimular sus intenciones Washington ha utilizado –exitosamente, porque la cuenca amazónica terminó siendo rodeada por bases estadounidenses- un sutil operativo de distracción en el cual Itamaraty cayó como un novato: ofrecer su apoyo para lograr que Brasil obtenga un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Cuesta entender cómo los experimentados diplomáticos brasileños tomaron en serio tan inverosímil ofrecimiento que franqueaba el ingreso a Brasil mientras se lo cerraba a países como Alemania, Japón, Italia, Canadá, India y Pakistán. Deslumbrados por esa promesa la cancillería brasileña y el alto mando militar no percibieron que mientras se entretenían en estériles divagaciones sobre el asunto la Casa Blanca iba instalando sus bases por doquier: siete, ¡sí, siete!, en Colombia en el cuadrante noroeste de la Amazonía; dos en Paraguay, en el sur; por lo menos una en Perú, para controlar el acceso oeste a la región y una, en trámite, con la Francia de Sarkozy para instalar tropas y equipos militares en la Guayana francesa, aptos para monitorear la región oriental de la Amazonía. Más al norte, bases en Aruba, Curazao, Panamá, Honduras, El Salvador, Puerto Rico, Guantánamo para hostigar a la Venezuela bolivariana y, por supuesto, a la Revolución Cubana. Pretender reafirmar la soberanía brasileña en esa región apelando a equipos, armamentos y tecnología bélica de Estados Unidos constituye un mayúsculo error, pues la dependencia tecnológica y militar que ello implicaría dejaría a Brasil atado de pies y manos a los designios de la potencia imperial. Salvo que se piense, claro está, que los intereses nacionales de Brasil y Estados Unidos son coincidentes. Algunos así lo creen, pero sería gravísimo que la presidenta Rousseff incurriera en tan enorme e irreparable yerro de apreciación. Y los costos –económicos, sociales y políticos- que Brasil, y con él toda la región, deberían pagar a causa de tal desatino serían exorbitantes.
Fuente: http://www.patriagrande.com.ve/temas/opinion/%C2%A1es-la-amazonia-estupido/
Autor: Atilio Borón
Todos recuerdan aquella frase con la que Bill Clinton desarmó a George Bush padre en la competición presidencial de 1992. Una expresión parecida podría utilizarse en el momento actual, cuando muchos piensan, en Brasil y fuera de él, que Obama está de visita en ese país para vender los F-16 fabricados en Estados Unidos, desplazando a su competidor francés, y para promover la participación de empresas estadounidenses en la gran expansión futura del negocio petrolero brasileño. También, para asegurar un suministro confiable y previsible a su insaciable demanda de combustible mediante acuerdos con un país del ámbito hemisférico y menos conflictivo e inestable que sus proveedores tradicionales del Oriente Medio o la propia Latinoamérica. Aparte de eso, la carpeta de negocios que lleva Obama incluye la intervención de empresas de su país en la renovación de la infraestructura de transportes y comunicaciones de Brasil y en los servicios de vigilancia y seguridad que requerirán la Copa Mundial de Fútbol (2014) y los Juegos Olímpicos (2016). Quienes apuntan a estas realidades no dejan de señalar los problemas bilaterales que afectan a la relación comercial, sobre todo debido a la persistencia del proteccionismo estadounidense y las trabas que éste implica para las exportaciones brasileñas. La relación, por lo tanto, está lejos de ser tan armónica como muchos dicen. Además, la creciente gravitación regional y en parte internacional del Brasil es vista con preocupación por Washington. Sin el apoyo de Brasil y Argentina, amén de otros países, la iniciativa bolivariana de acabar con el ALCA no habría prosperado. Por lo tanto, un Brasil poderoso es un estorbo para los proyectos del imperialismo en la región.
Dado lo anterior hay que preguntarse acerca de los objetivos que persigue la visita de Obama al Brasil. Observemos primero los datos del contexto: desde la inauguración del gobierno de Dilma Rousseff la Casa Blanca desplegó una enérgica ofensiva tendente a fortalecer la relación bilateral. No habían pasado diez días de su instalación en el Palacio del Planalto cuando recibió la visita de los senadores republicanos John McCain y John Barrasso; pocas semanas más tarde sería el Secretario del Tesoro, Timothy Geithner, quien golpearía a su puerta para reunirse con la presidenta. El interés de los visitantes se desató ante el recambio presidencial y la esperanzadora señal procedente del Brasilia cuando la nueva presidenta anunció que estaba reconsiderando la compra de 36 aviones de combate a la firma francesa Dassault que, en su monento, había anunciado el saliente presidente Lula. Este cambio de actitud hizo que los lobbistas de las grandes empresas del complejo militar-industrial –es decir, el “gobierno permanente” de los Estados Unidos, con prescindencia del transitorio ocupante de la Casa Blanca- se dejaran caer sobre Brasilia con la esperanza de verse beneficiados con la adjudicación de un primer contrato por 6.000 millones de dólares que, eventualmente, podría acrecentarse significativamente si el gobierno brasileño decidiera, como se espera, ordenar la compra de otros 120 aviones en los años siguientes. Pero sería un error creer que sólo la motivación crematística es la que inspira el viaje de Obama.
En realidad, lo que a aquél más le interesa en su calidad de administrador del imperio es avanzar en el control de la Amazonía. Requisito principal de este proyecto es entorpecer, ya que no puede detener, la creciente coordinación e integración política y económica en curso en la región y que tan importante han sido para hacer naufragar el ALCA en 2005 y frustrar la conspiración secesionista y golpista en Bolivia (2008) y Ecuador (2010). También debe tratar de sembrar la discordia entre los gobiernos más radicales de la región (Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador) y los gobiernos “progresistas” –principalmente Brasil, Argentina y Uruguay- que pugnan por encontrar un espacio, cada vez más acotado y problemático, entre la capitulación a los dictados del imperio y los ideales emancipatorios, hoy encarnados en los países del ALBA, que hace doscientos años inspiraron las luchas por la independencia de nuestros países. El resto son asuntos secundarios. Sorprende, dados estos antecedentes, la indecisión de Rousseff en relación con el reequipamiento de sus fuerzas armadas porque si finalmente Brasil llegara a cerrar el trato favoreciendo la adquisición de los F-16 en lugar de los Rafale franceses su país vería seriamente menoscabada su voluntad de reafirmar su efectiva soberanía sobre la Amazonía. Con esto no se quiere afirmar que Brasil debe comprar los aviones de la Dassault; lo que sí se quiere decir es que cualquier otra alternativa es preferible a su adquisición a un proveedor estadounidense. Si tal cosa llegara a ocurrir es porque la cancillería brasileña habría pasado por alto, con irresponsable negligencia, el hecho de que en el tablero geopolítico hemisférico Washington tiene dos objetivos estratégicos: el primero, más inmediato, es acabar con el gobierno de Chávez apelando a cualquier expediente, sea de carácter legal e institucional o, en su defecto, a cualquier forma de sedición. Este es el objetivo manifiesto y vociferado de la Casa Blanca. Pero el fundamental, a largo plazo, es el control de la Amazonía, lugar donde se depositan enormes riquezas que el imperio, en su desorbitada carrera hacia la apropiación excluyente de los recursos naturales del planeta, desea asegurar para sí sin nadie que se entrometa en lo que su clase dominante percibe como su hinterland natural: agua, minerales estratégicos, petróleo, gas, biodiversidad y alimentos. Para los más osados estrategas estadounidenses la cuenta amazónica, al igual que la Antártida, es un área de libre acceso en donde no se reconocen soberanías nacionales y abierta, por eso mismo, a quienes cuenten con “los recursos tecnológicos y logísticos” que permitan su adecuada explotación. Es decir, los Estados Unidos. Pero, obviamente, ningún alto funcionario del Departamento de Estado o del Pentágono, y mucho menos el presidente de Estados Unidos, anda diciendo estas cosas en voz alta. Pero actúan en función de esa convicción. Y, coherente con esta realidad, sería insensato para Brasil apostar a un equipamiento y una tecnología militar que lo colocaría en una situación de subordinación ante quien ostensiblemente le está disputando la posesión efectiva de los inmensos recursos de la Amazonía. ¿O es que alguien tiene dudas de que, cuando llegue el momento, Estados Unidos no vacilará un segundo en apelar a la fuerza para defender sus vitales intereses amenazados por la imposibilidad de acceder a los recursos naturales encerrados en esa región?
Lo que está en juego, en consecuencia, es precisamente el control de esa zona. Obviamente, de esto Obama no intercambiará una palabra con su anfitriona. Entre otras cosas porque Washington ya ejerce un cierto control de hecho sobre la Amazonía a partir de su enorme superioridad en materia de comunicación satelital. Además, la extensa cadena de bases militares con la que Estados Unidos ha venido rodeando esa área ratifica, con los métodos tradicionales del imperialismo, esa inocultable ambición de apropiación territorial. La preocupación que movió al ex presidente Lula da Silva a acelerar el reequipamiento de las fuerzas armadas brasileñas fue la inesperada reactivación de la IV Flota de Estados Unidos pocas semanas después de que Brasilia anunciara el descubrimiento de un enorme yacimiento petrolero submarino frente al litoral paulista. Allí se hizo evidente, como una relampagueante pesadilla, que Washington consideraba inaceptable un Brasil que además de contar con un gran territorio y una riquísima dotación de recursos naturales pudiera también convertirse en una potencia petrolera y, por eso mismo, en un país capaz de contrabalancear el predominio estadounidense al sur del río Bravo y, en menor medida, en el tablero geopolítico mundial. El astuto minué cortesano de la diplomacia estadounidense ha ocultado los verdaderos intereses de un imperio sediento de materias primas, energía y recursos naturales de todo tipo y sobre el cual la gran cuenca amazónica ejerce una irresistible atracción. Para disimular sus intenciones Washington ha utilizado –exitosamente, porque la cuenca amazónica terminó siendo rodeada por bases estadounidenses- un sutil operativo de distracción en el cual Itamaraty cayó como un novato: ofrecer su apoyo para lograr que Brasil obtenga un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Cuesta entender cómo los experimentados diplomáticos brasileños tomaron en serio tan inverosímil ofrecimiento que franqueaba el ingreso a Brasil mientras se lo cerraba a países como Alemania, Japón, Italia, Canadá, India y Pakistán. Deslumbrados por esa promesa la cancillería brasileña y el alto mando militar no percibieron que mientras se entretenían en estériles divagaciones sobre el asunto la Casa Blanca iba instalando sus bases por doquier: siete, ¡sí, siete!, en Colombia en el cuadrante noroeste de la Amazonía; dos en Paraguay, en el sur; por lo menos una en Perú, para controlar el acceso oeste a la región y una, en trámite, con la Francia de Sarkozy para instalar tropas y equipos militares en la Guayana francesa, aptos para monitorear la región oriental de la Amazonía. Más al norte, bases en Aruba, Curazao, Panamá, Honduras, El Salvador, Puerto Rico, Guantánamo para hostigar a la Venezuela bolivariana y, por supuesto, a la Revolución Cubana. Pretender reafirmar la soberanía brasileña en esa región apelando a equipos, armamentos y tecnología bélica de Estados Unidos constituye un mayúsculo error, pues la dependencia tecnológica y militar que ello implicaría dejaría a Brasil atado de pies y manos a los designios de la potencia imperial. Salvo que se piense, claro está, que los intereses nacionales de Brasil y Estados Unidos son coincidentes. Algunos así lo creen, pero sería gravísimo que la presidenta Rousseff incurriera en tan enorme e irreparable yerro de apreciación. Y los costos –económicos, sociales y políticos- que Brasil, y con él toda la región, deberían pagar a causa de tal desatino serían exorbitantes.
Fuente: http://www.patriagrande.com.ve/temas/opinion/%C2%A1es-la-amazonia-estupido/
martes, 15 de marzo de 2011
Guaicaipuro Cuatémoc cobra la deuda a Europa
Guaicaipuro Cuatémoc cobra la deuda a Europa
Autor: Luis Britto García
Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuautémoc, he venido a encontrar a los que celebran el Encuentro. Aquí pues yo, descendiente de quienes poblaron América hace cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que se la encontraron hace quinientos. Aquí pues nos encontramos todos: sabemos lo que somos, y es bastante. Nunca tendremos otra cosa.
El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder descubrir a los que me Descubrieron. El hermano usurero europeo me pide pago de una Deuda contraída por Judas a quienes nunca autoricé a venderme. El hermano leguleyo europeo me explica que toda Deuda se paga con intereses, aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles consentimiento. Ya los voy descubriendo.
También yo puedo reclamar pago. También puedo reclamar intereses. Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo, firma sobre firma, que sólo entre el año de 1503 y el de 1660 llegaron a Sanlúcar de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América. ¿Saqueo? No lo creyera yo, porque es pensar que los hermanos cristianos faltan a su séptimo mandamiento. ¿Expoliación? Guárdeme Tonantzin de figurarme que los europeos, igual que Caín, matan y después niegan la sangre del hermano. ¿Genocidio? Eso sería dar crédito a calumniadores como Bartolomé de las Casas, que califican al Encuentro de Destruición de las Indias, o a ultrosos como el doctor Arturo Uslar Pietri, quienes afirman que el arranque del capitalismo y de la actual civilización europea se debió a esa inundación de metales preciosos.
No: esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata deben ser considerados como el primero de varios préstamos amigables de América para el desarrollo de Europa. Lo contrario sería presuponer crímenes de guerra, lo cual daría derecho, no sólo a exigir devolución inmediata, sino a indemnización por daños y perjuicios. Yo, Guaicaipuro Cuautémoc, prefiero creer en la menos ofensiva de las hipótesis. Tan fabulosas exportaciones de capital no fueron más que el inicio de un Plan Marshalltzuma para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras contra los musulmanes, cultores del álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización.
Por ello, al acercarnos al Quinto Centenario del Empréstito, podemos preguntarnos: ¿han hecho los hermanos europeos un uso racional, responsable, o por lo menos productivo de los recursos tan generosamente adelantados por nuestro Fondo Indoamericano Internacional?
Deploramos decir que no. En lo estratégico, los dilapidaron en batallas de Lepanto, Armadas Invencibles, Terceros Reichs y otras formas de exterminio mutuo, sin más resultado que acabar ocupados por las tropas gringas de la OTAN, como Panamá (pero sin canal). En lo financiero, han sido incapaces -después de una moratoria de 500 años- tanto de cancelar capital o intereses, como de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta el Tercer Mundo.
Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton Friedman según la cual una economía subsidiada jamás podrá funcionar. Y nos obliga a reclamarles -por su propio bien- el pago del capital e intereses que tan generosamente hemos demorado todos estos siglos. Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarles a los hermanos europeos las viles y sanguinarias tasas flotantes de interés de un 20% y hasta un 30% que ellos le cobran a los pueblos del Tercer Mundo. Nos limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico interés fijo de un 10% anual acumulado durante los últimos trescientos años.
Sobre esta base, y aplicando la europea fórmula del interés compuesto, informamos a los Descubridores que sólo nos deben, como primer pago de su Deuda, una masa de 185 mil kilos de oro y otra de dieciséis millones de kilos de plata, ambas elevadas a la potencia de trescientos. Es decir: un número para cuya expresión total serían necesarias más de trescientas cifras, y que supera ampliamente el peso de la tierra. Muy pesadas son estas moles de oro y de plata. ¿Cuánto pesarían, calculadas en sangre?
¿Cuánto pesa la sangre de ochenta millones de víctimas? ¿Cuánto pesa el olvido de diez millares de culturas? ¿Cuánto pesa el silencio de veinte millares de lenguas?
Aducir que Europa en medio milenio no ha podido generar riquezas suficientes para cancelar este módico interés, sería tanto como admitir su absoluto fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los supuestos del capitalismo. Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nos inquietan a los indoamericanos. Pero sí exigimos la inmediata firma de una Carta de Intención que discipline a los pueblos deudores del Viejo Continente, y los obligue a cumplirnos sus compromisos mediante una pronta Privatización o Reconversión de Europa, que les permita entregárnosla entera como primer pago de su Deuda histórica.
Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización está en una bancarrota que le impide cumplir sus compromisos financieros o morales. En tal caso, nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con la que mataron al poeta.
Pero no podrán: porque esa bala, es el corazón de Europa.
Fuente: de Felipe Pigna (Página Oficial)
Semblanza de un Patriota: General Enrique Mosconi
Los Argentinos no debemos olvidar jamás a aquellos patriotas que pensaron en una Patria Grande, Justa, Libre y Soberana:
La biografía del General Enrique Mosconi, militar e ingeniero fundador de YPF. Un importante patriota latinoamericano que dedicó su vida y obra al desarrollo de la "Gran Nación Latinoamericana" que soñaron San Martín y Bolívar.:
Discurso pronunciado por el Gral. Enrique Mosconi:
EL PETROLEO Y LA ECONOMIA LATINOAMERICANA
Concepto motriz
1927
Nuestra Nación, al igual que otras latinoamericanas, se encuentra empeñada
en la laboriosa y compleja organización de su economía. Estos países,
constituidos políticamente después de grandes y penosas dificultades, de
largas y sangrientas perturbaciones, que tienen su explicación en la calidad de
los factores étnicos que intervinieron en la conquista y en la evolución social de
la colonia, inician la tercera y última etapa de su historia ascendente.
Emancipados del dominio ibérico, los pueblos sudamericanos, formados por
toscos elementos raciales, se debaten en procura de su organización definitiva,
guiados por confusos principios políticos que van desde el gobierno
monárquico hacia la república unitaria o federal, y disponiendo de
rudimentarias bases políticas. Mientras nuestras provincias cruzan la larga
noche de incertidumbre y desconcierto de la fraticida lucha armada, expresión
final de las ambiciones y rivalidades de personas o de grupos, y solución a la
vez de localismos preñados de envidias y enconos irreductibles, germina la
nueva vida. De las tragedias del malón indio o mestizo, de la opresión instituida
por la barbarie, surge al fin, felizmente, la fórmula definitiva de nuestra
constitución política.
Las nacionalidades se asientan sobre normas de progreso colectivo. El trabajo
y una evolución forzosamente lenta, pero inevitablemente segura, alcanzarán el
bienestar del pueblo, propósito cardinal que en todos los tiempos ha orientado
el pensamiento y la acción de los hombres de gobierno patriotas.
Nuestro estatuto provisional de 1815 y la Constitución de 1826, que disuelve
nuevamente la Nación que intentaba organizarse, establecían en sus
declaraciones de derechos y garantías principios fundamentales de atracción
para el extranjero. Los fundadores de la nacionalidad comprendieron
claramente que necesitaban dos elementos de que no disponían en la
inmensidad del suelo argentino: hombres y capitales. La Constitución del 53,
reformada el 60, es de una liberalidad excepcional, inspirada en la necesidad
acentuada de “atraer y asimilar al extranjero, a todos los hombres del
mundo que quieran habitar nuestro suelo” y compartir el imperio de
nuestras leyes.
Hombres y capitales se requerían para organizar el trabajo y la explotación de
las riquezas nacionales. Hombres y capitales eran necesarios para utilizar los
productos del país; para fomentar y acrecentar sus valores; para mejorar las
condiciones de vida en las ciudades y en la campaña; para intensificar el intercambio interior y el comercio exterior; para utilizar los ríos navegables y
construir ferrocarriles y puertos; para equipar al país, en fin, con los pertrechos
y las organizaciones indispensables y accesorias para una explotación intensa
de la riqueza pública y privada. Sólo así podría elevarse a insospechada altura
el nivel de vida de sus habitantes y sólo así podría convertirse en realidad el
ideal de libertad espiritual, como fruto sazonado de las fuerzas morales y
materiales de la colectividad.
Setenta y cinco años de trabajo han elevado la riqueza pública a valores muy
considerables, si se observa su relación por habitante. Sin embargo,
necesitamos aún de hombres y capitales extranjeros para acelerar y completar
nuestro desarrollo; pero los deberes de nuestra época y la aspiración de un
más grande futuro nos indican que el internacionalismo económico que nos ha
formado y hecho nación debe estar sujeto a una influencia gradual, que tienda
a transformarlo paulatinamente en una organización económica nacionalista
hasta donde lo permita la independencia de los pueblos modernos. Los
conceptos constitucionales y normas legales que fueron excelentes a mediados
del siglo pasado, son pasibles de modificaciones si hemos de acelerar nuestra
marcha y alcanzar los objetivos magníficos del preámbulo de nuestra carta
magna.
Ha llegado ya el momento de seleccionar hombres y capitales y establecer
asimismo protección para hombres y capitales nacionales. Organizando el
trabajo y las explotaciones de las riquezas nacionales con hombres y dinero del
país, mejoraremos evidentemente nuestras condiciones de vida, lo que es
indispensable si, como lo hemos manifestado, nos encontramos aún en la
necesidad de continuar atrayendo la inmigración deseable. Estimulando el
espíritu de empresa en el capital nacional, refugiado hoy en la inacción o en el
interés de los títulos o cédulas hipotecarias, aprovechando los mayores saldos
del trabajo y en ello tendremos otra razón más de mejoramiento. En las
actividades industriales, en las grandes organizaciones agropecuarias que,
coordinadas en el intercambio mundial, controlan y fijan, no siempre con toda la
equidad que sería de desear, la remuneración del trabajo de campaña; en las
industrias de los transportes fluviales, marítimos, terrestres y aéreos, en el
comercio y las organizaciones bancarias, es tiempo ya que la inteligencia y el
capital argentinos intervengan en más vasta escala y recojan los beneficios
colectivos que hoy se nos escurren de las manos.
Con la cooperación de Europa hemos organizado el país y lo hemos equipado,
colocándolo en condiciones de emprender la explotación de sus riquezas y
posibilidades en mayor escala; en los últimos años los Estados Unidos, con el
envío de capitales y representantes de sus grandes empresas, se incorporaron
a nuestras actividades. Podemos, pues, elegir ahora el elemento que nos
convenga; pero, en primer término, nuestro deber es realizar con nuestros
propios medios una máxima tarea y luego aceptar la colaboración de hombres
y capitales, sin distinción de nacionalidad, siempre que éstos se sometan sin
reparo a las imposiciones de nuestras leyes. Capitales que pretendan
condiciones especiales, exigiendo un tratamiento de excepción que algunas
veces no ha de poder acordarse a los del país, no favorecen a la Nación;capitales que aspiren al dominio económico, que tengan el propósito de tomar
ingerencias políticas en los países en que operan, que empleen por sistema
procedimientos y normas inmorales, que pretendan no ser regidos por las leyes
en esos capitales llevan en sí gérmenes de futuras dificultades y
perturbaciones internas y externas.
La situación de la República Argentina es semejante a la de los demás países
de Latinoamérica, que bregan por la consolidación de su economía y de su
progreso moral y material.
En esta organización económica, el petróleo desempeñará en lo futuro un
papel trascendente, pues es el elemento indispensable para fomentar y
proteger el crecimiento y desarrollo de la industria nacional a seguir así el
proceso evolutivo de los pueblos, que, en plena expansión de su fuerza
creadora, han arribado a un positivo bienestar y consolidado su nacionalidad.
Los países de Latinoamérica que, como el nuestro, explotan petróleo y no
posean yacimientos carboníferos, o que los que los que tengan no sean
comercialmente explotables, deben preservar las fuentes de combustible líq
uido de toda influencia que no sea eminentemente nacionalista; el
combustible constituye la plataforma sobre la que se levantará su futura
organización industrial.
Por otra parte, esto tiene una importancia capital, pues la evolución de nuestros
países podrá substraerlos de la lucha tenaz que por la posesión del petróleo
libran los grandes imperios mundiales, lucha que dificulta el desarrollo, perturba
la vida económica y social y muchas veces oprime la soberanía y la libertad de
los pueblos menos organizados y menos fuertes; lucha inevitable en la
conquista del predominio industrial y comercial, generadora de enriquecimiento
de la colectividad triunfante; lucha que dará al vencedor los privilegios y la
seguridad de defender y mantener esos beneficios.
Es menester nacionalizar y resguardar por el Estado las fuentes de petróleo,
sobre las cuales se cierne el propósito de acaparamiento de los sindicatos y
trusts extranjeros: los gobiernos de los países de Sud América que para
mantener la certidumbre de su futuro progreso así lo hagan, ejercitarán una alta
previsión patriótica. Nacionalizar y explotar con criterio que consulte el interés
de la Nación los yacimientos de combustibles líquido, es robustecer la propia
economía y, al mismo tiempo, restar predominio a los trusts acaparadores que
absorben y oprimen con sus imposiciones y refuerzan su poder explotando
nuestras riquezas naturales y utilizando en su provecho los enormes beneficios
que de ellas se obtienen. Pero para nacionalizar las fuentes de petróleo, para
que el Estado mantenga en sus manos el control conveniente y perciba
participación equitativa en los beneficios, mucha veces extraordina rios, de las
explotaciones, es menester que los hombres de Gobierno den prueba de gran
espíritu de previsión y obtengan en oportunidad la adecuada legislación.
Las leyes de petróleo, como lo he manifestado en otro lugar, pueden
sancionarse con toda facilidad cuando no existe petróleo. Esta observación es
de interés para los países donde aún no ha alumbrado yacimiento alguno, lo que puede ocurrir en forma inesperada. La experiencia argentina constituye un
amplio e incontratable ejemplo. Entre nosotros, a pesar de toda la labor
cumplida en cuanto a legislación se refiere desde que se descubrió petróleo en
Comodoro Rivadavia, hace 20 años, no henos definido aún la ley que dé
unidad de doctrina e interpretación a la aplicación de las normas para la
explotación metódica y racional de los yacimientos; que modere, si así fuera
ignorancia y la incapacidad pueden producir en los depósitos naturales; que dé,
en fin, a la Nación, la verdadera posesión de sus minas y que la Nación y las
provincias usufructúen equitativamente sus beneficios.
Dotar a la Nación de la conveniente legislación del petróleo cuando por
imprevisión se han acordado derechos y se ha puesto en acción el interés del
capital privado nacional, y especialmente del capital extranjero, es obra ardua y
patriótica. La tarea es digna de los grandes partidos políticos y de los hombres
conductores de clara visión. Una nueva adecuada solución dará a los pueblos
latinoamericanos beneficios de orden moral, económico, político y social. Una
mala solución producirá efectos diametralmente opuestos, como nos lo
demuestran las graves dificultades y los grandes males que han experimentado
los países que no han resguardado debidamente su riqueza minera. El
problema argentino espera aún esa grande y definitiva solución.
Extraído del libro: “Dichos y Hechos”
General Enrique Mosconi
El Ateneo; Buenos Aires; 1939;
La biografía del General Enrique Mosconi, militar e ingeniero fundador de YPF. Un importante patriota latinoamericano que dedicó su vida y obra al desarrollo de la "Gran Nación Latinoamericana" que soñaron San Martín y Bolívar.:
Discurso pronunciado por el Gral. Enrique Mosconi:
EL PETROLEO Y LA ECONOMIA LATINOAMERICANA
Concepto motriz
1927
Nuestra Nación, al igual que otras latinoamericanas, se encuentra empeñada
en la laboriosa y compleja organización de su economía. Estos países,
constituidos políticamente después de grandes y penosas dificultades, de
largas y sangrientas perturbaciones, que tienen su explicación en la calidad de
los factores étnicos que intervinieron en la conquista y en la evolución social de
la colonia, inician la tercera y última etapa de su historia ascendente.
Emancipados del dominio ibérico, los pueblos sudamericanos, formados por
toscos elementos raciales, se debaten en procura de su organización definitiva,
guiados por confusos principios políticos que van desde el gobierno
monárquico hacia la república unitaria o federal, y disponiendo de
rudimentarias bases políticas. Mientras nuestras provincias cruzan la larga
noche de incertidumbre y desconcierto de la fraticida lucha armada, expresión
final de las ambiciones y rivalidades de personas o de grupos, y solución a la
vez de localismos preñados de envidias y enconos irreductibles, germina la
nueva vida. De las tragedias del malón indio o mestizo, de la opresión instituida
por la barbarie, surge al fin, felizmente, la fórmula definitiva de nuestra
constitución política.
Las nacionalidades se asientan sobre normas de progreso colectivo. El trabajo
y una evolución forzosamente lenta, pero inevitablemente segura, alcanzarán el
bienestar del pueblo, propósito cardinal que en todos los tiempos ha orientado
el pensamiento y la acción de los hombres de gobierno patriotas.
Nuestro estatuto provisional de 1815 y la Constitución de 1826, que disuelve
nuevamente la Nación que intentaba organizarse, establecían en sus
declaraciones de derechos y garantías principios fundamentales de atracción
para el extranjero. Los fundadores de la nacionalidad comprendieron
claramente que necesitaban dos elementos de que no disponían en la
inmensidad del suelo argentino: hombres y capitales. La Constitución del 53,
reformada el 60, es de una liberalidad excepcional, inspirada en la necesidad
acentuada de “atraer y asimilar al extranjero, a todos los hombres del
mundo que quieran habitar nuestro suelo” y compartir el imperio de
nuestras leyes.
Hombres y capitales se requerían para organizar el trabajo y la explotación de
las riquezas nacionales. Hombres y capitales eran necesarios para utilizar los
productos del país; para fomentar y acrecentar sus valores; para mejorar las
condiciones de vida en las ciudades y en la campaña; para intensificar el intercambio interior y el comercio exterior; para utilizar los ríos navegables y
construir ferrocarriles y puertos; para equipar al país, en fin, con los pertrechos
y las organizaciones indispensables y accesorias para una explotación intensa
de la riqueza pública y privada. Sólo así podría elevarse a insospechada altura
el nivel de vida de sus habitantes y sólo así podría convertirse en realidad el
ideal de libertad espiritual, como fruto sazonado de las fuerzas morales y
materiales de la colectividad.
Setenta y cinco años de trabajo han elevado la riqueza pública a valores muy
considerables, si se observa su relación por habitante. Sin embargo,
necesitamos aún de hombres y capitales extranjeros para acelerar y completar
nuestro desarrollo; pero los deberes de nuestra época y la aspiración de un
más grande futuro nos indican que el internacionalismo económico que nos ha
formado y hecho nación debe estar sujeto a una influencia gradual, que tienda
a transformarlo paulatinamente en una organización económica nacionalista
hasta donde lo permita la independencia de los pueblos modernos. Los
conceptos constitucionales y normas legales que fueron excelentes a mediados
del siglo pasado, son pasibles de modificaciones si hemos de acelerar nuestra
marcha y alcanzar los objetivos magníficos del preámbulo de nuestra carta
magna.
Ha llegado ya el momento de seleccionar hombres y capitales y establecer
asimismo protección para hombres y capitales nacionales. Organizando el
trabajo y las explotaciones de las riquezas nacionales con hombres y dinero del
país, mejoraremos evidentemente nuestras condiciones de vida, lo que es
indispensable si, como lo hemos manifestado, nos encontramos aún en la
necesidad de continuar atrayendo la inmigración deseable. Estimulando el
espíritu de empresa en el capital nacional, refugiado hoy en la inacción o en el
interés de los títulos o cédulas hipotecarias, aprovechando los mayores saldos
del trabajo y en ello tendremos otra razón más de mejoramiento. En las
actividades industriales, en las grandes organizaciones agropecuarias que,
coordinadas en el intercambio mundial, controlan y fijan, no siempre con toda la
equidad que sería de desear, la remuneración del trabajo de campaña; en las
industrias de los transportes fluviales, marítimos, terrestres y aéreos, en el
comercio y las organizaciones bancarias, es tiempo ya que la inteligencia y el
capital argentinos intervengan en más vasta escala y recojan los beneficios
colectivos que hoy se nos escurren de las manos.
Con la cooperación de Europa hemos organizado el país y lo hemos equipado,
colocándolo en condiciones de emprender la explotación de sus riquezas y
posibilidades en mayor escala; en los últimos años los Estados Unidos, con el
envío de capitales y representantes de sus grandes empresas, se incorporaron
a nuestras actividades. Podemos, pues, elegir ahora el elemento que nos
convenga; pero, en primer término, nuestro deber es realizar con nuestros
propios medios una máxima tarea y luego aceptar la colaboración de hombres
y capitales, sin distinción de nacionalidad, siempre que éstos se sometan sin
reparo a las imposiciones de nuestras leyes. Capitales que pretendan
condiciones especiales, exigiendo un tratamiento de excepción que algunas
veces no ha de poder acordarse a los del país, no favorecen a la Nación;capitales que aspiren al dominio económico, que tengan el propósito de tomar
ingerencias políticas en los países en que operan, que empleen por sistema
procedimientos y normas inmorales, que pretendan no ser regidos por las leyes
en esos capitales llevan en sí gérmenes de futuras dificultades y
perturbaciones internas y externas.
La situación de la República Argentina es semejante a la de los demás países
de Latinoamérica, que bregan por la consolidación de su economía y de su
progreso moral y material.
En esta organización económica, el petróleo desempeñará en lo futuro un
papel trascendente, pues es el elemento indispensable para fomentar y
proteger el crecimiento y desarrollo de la industria nacional a seguir así el
proceso evolutivo de los pueblos, que, en plena expansión de su fuerza
creadora, han arribado a un positivo bienestar y consolidado su nacionalidad.
Los países de Latinoamérica que, como el nuestro, explotan petróleo y no
posean yacimientos carboníferos, o que los que los que tengan no sean
comercialmente explotables, deben preservar las fuentes de combustible líq
uido de toda influencia que no sea eminentemente nacionalista; el
combustible constituye la plataforma sobre la que se levantará su futura
organización industrial.
Por otra parte, esto tiene una importancia capital, pues la evolución de nuestros
países podrá substraerlos de la lucha tenaz que por la posesión del petróleo
libran los grandes imperios mundiales, lucha que dificulta el desarrollo, perturba
la vida económica y social y muchas veces oprime la soberanía y la libertad de
los pueblos menos organizados y menos fuertes; lucha inevitable en la
conquista del predominio industrial y comercial, generadora de enriquecimiento
de la colectividad triunfante; lucha que dará al vencedor los privilegios y la
seguridad de defender y mantener esos beneficios.
Es menester nacionalizar y resguardar por el Estado las fuentes de petróleo,
sobre las cuales se cierne el propósito de acaparamiento de los sindicatos y
trusts extranjeros: los gobiernos de los países de Sud América que para
mantener la certidumbre de su futuro progreso así lo hagan, ejercitarán una alta
previsión patriótica. Nacionalizar y explotar con criterio que consulte el interés
de la Nación los yacimientos de combustibles líquido, es robustecer la propia
economía y, al mismo tiempo, restar predominio a los trusts acaparadores que
absorben y oprimen con sus imposiciones y refuerzan su poder explotando
nuestras riquezas naturales y utilizando en su provecho los enormes beneficios
que de ellas se obtienen. Pero para nacionalizar las fuentes de petróleo, para
que el Estado mantenga en sus manos el control conveniente y perciba
participación equitativa en los beneficios, mucha veces extraordina rios, de las
explotaciones, es menester que los hombres de Gobierno den prueba de gran
espíritu de previsión y obtengan en oportunidad la adecuada legislación.
Las leyes de petróleo, como lo he manifestado en otro lugar, pueden
sancionarse con toda facilidad cuando no existe petróleo. Esta observación es
de interés para los países donde aún no ha alumbrado yacimiento alguno, lo que puede ocurrir en forma inesperada. La experiencia argentina constituye un
amplio e incontratable ejemplo. Entre nosotros, a pesar de toda la labor
cumplida en cuanto a legislación se refiere desde que se descubrió petróleo en
Comodoro Rivadavia, hace 20 años, no henos definido aún la ley que dé
unidad de doctrina e interpretación a la aplicación de las normas para la
explotación metódica y racional de los yacimientos; que modere, si así fuera
ignorancia y la incapacidad pueden producir en los depósitos naturales; que dé,
en fin, a la Nación, la verdadera posesión de sus minas y que la Nación y las
provincias usufructúen equitativamente sus beneficios.
Dotar a la Nación de la conveniente legislación del petróleo cuando por
imprevisión se han acordado derechos y se ha puesto en acción el interés del
capital privado nacional, y especialmente del capital extranjero, es obra ardua y
patriótica. La tarea es digna de los grandes partidos políticos y de los hombres
conductores de clara visión. Una nueva adecuada solución dará a los pueblos
latinoamericanos beneficios de orden moral, económico, político y social. Una
mala solución producirá efectos diametralmente opuestos, como nos lo
demuestran las graves dificultades y los grandes males que han experimentado
los países que no han resguardado debidamente su riqueza minera. El
problema argentino espera aún esa grande y definitiva solución.
Extraído del libro: “Dichos y Hechos”
General Enrique Mosconi
El Ateneo; Buenos Aires; 1939;
El resurgimiento del pensamiento nacional
El resurgimiento del pensamiento nacional
Por Francisco José Pestanha
La expresión “pensamiento nacional” ha florecido en estos últimos tiempos con notoria pujanza. Para quienes lo desconocen, esta composición textual representa una original experiencia epistemológica que ya lleva más de un siglo de progreso en nuestro país, y que durante la centuria pasada ha producido entre otros tantísimos cometidos, más de 8000 libros.
El pensamiento nacional ha nutrido conceptualmente a los dos grandes movimientos históricos surgidos al calor de la lucha anticolonialista; el Yrigoyenismo y el Peronismo. Por razones evidentes entre las que se incluyen lógicos matices y miradas disímiles sobre algunos fenómenos, nunca se organizó como corriente, aunque todos sus mentores coincidieron en un objetivo central: la liberación integral del país.
Representado por una pléyade de notabilísimos autores entre los que podemos destacar a Manuel Ortiz Pereyra, Arturo Jaurteche Arturo Sampay, Manuel Ugarte, José Luis Torres, Carlos Astrada, Saúl Taborda, Ramón Doll, José María Rosa, Homero Manzi, Ernesto Palacio, Raúl Scalabrini Ortiz, Jorge Abelardo Ramos, Juan José Hernández Arregui y Fermín Chávez, el pensamiento nacional ha aportado categorías indispensables para la comprensión de nuestro pasado, la asimilación del presente y la construcción de un futuro compartido.
Fermín Chávez uno de los exponentes más lúcidos de esta matriz supo encontrar en el pensamiento nacional una verdadera “epistemología de la periferia”, epistemología que presupone el “pensar desde nosotros mismos” partiendo de un situación periférica que nos es dada.
Al decir de Carlos Astrada el pensamiento nacional representa el sentir y pensar de un pueblo que crea “sus propias estructuras, dentro de las que ha de encauzar su vida y sus realizaciones".
El pensamiento nacional estuvo sujeto durante todo su transcurrir a una ostensible censura. En muchas oportunidades ella fue explícita orientada nítidamente hacia la persecución y el olvido. Otras veces, la represión censora se ocultó bajo el manto de un “ninguneo” inducido por la ignorancia o por la “falsa ciencia”.
Pero como genuina expresión cultural del pueblo, el pensamiento nacional supo durante los años del oscurantismo globalizante preservarse, y resistir a través de pequeños grupos de estudio, conferencias, trabajos periodísticos y ensayos -y en especial- difundirse a través la red informática.
Para quienes hemos observado e inclusive participado de la experiencia, la rehabilitación de esta modalidad del pensamiento no representa sobresalto alguno ni constituye “una moda pasajera”.
Encarna lisa y llanamente el resurgir de la más valiosa y original tradición que ha dado el país y que mucho tiene para aportar en estos tiempos promisorios.
Fuente: http://www.telam.com.ar/vernota.php?tipo=N&idPub=215369&id=408163&dis=1&sec=1
lunes, 14 de marzo de 2011
SURAMÉRICA EN LA GEOPOLÍTICA ENERGÉTICA MUNDIAL por JOEL SANGRONIS PADRÓN*
El formidable desarrollo de las fuerzas productivas durante el siglo XX estuvo ligado a la permanente disponibilidad por parte de los centros del capitalismo mundial, de la energía que el petróleo, obtenido la mayor parte de las veces en forma de saqueo puro y simple o a precios ridículamente bajos, casi simbólicos, le proporcionó. La lógica y leyes del capitalismo no han variado desde entonces. Las nuevas fuentes energéticas serán objeto de intento de apropiación a través de agresiones (caso de Irak) o de transacciones leoninas y usureras con gobiernos cipayos y corruptos (como los que existían en la Venezuela anterior a Chávez).
La economía norteamericana necesita los minerales de América Latina como los pulmones necesitan el aire. - Eduardo Galeano. Las Venas Abiertas de América Latina
El modelo civilizatorio en el que vivimos (capitalismo), con sus intrínsecas características de desarrollismo, consumismo y derroche, impuesto a casi toda la humanidad en los últimos 150 años, ha dependido para su existencia de la disponibilidad de fuentes de energía que han sido, a la vez, abundantes y baratas.
Las cuatro principales fuentes de energía para este siglo XXI que recién comienza son:
1. Combustibles Fósiles.
2. Biocombustibles.
3. Energía Nuclear.
4. Minerales estratégicos con gran capacidad de almacenamiento y conducción de energía (Litio, Coltán).
El formidable desarrollo de las fuerzas productivas durante el siglo XX estuvo ligado a la permanente disponibilidad por parte de los centros del capitalismo mundial, de la energía que el petróleo, obtenido la mayor parte de las veces en forma de saqueo puro y simple o a precios ridículamente bajos, casi simbólicos, le proporcionó.
La lógica y leyes del capitalismo no han variado desde entonces. Las nuevas fuentes energéticas serán objeto de intento de apropiación a través de agresiones (caso de Irak) o de transacciones leoninas y usureras con gobiernos cipayos y corruptos (como los que existían en la Venezuela anterior a Chávez).
El capitalismo está indisolublemente ligado al imperialismo. Hoy, uno no puede sobrevivir sin el otro. Para un sistema de estructura y concepción neoimperial no basta con tener garantizado el suministro de determinados artículos y bienes; lo que determina el modelo y características de las relaciones imperiales de dominación es poseer la potestad de obtener esos recursos en forma ilimitada y con costos apenas un poco mayores que los gastos de inversión realizados. La división internacional del trabajo bajo el sistema capitalista mundial exige para su existencia elevados porcentajes de plusvalía, porcentajes que sólo pueden ser obtenidos a través del saqueo sistemático de los recursos y el trabajo de las sociedades periféricas y dependientes.
Los primeros años del siglo XXI encuentran al sistema capitalista atravesando una de sus cíclicas crisis generada por sus intrínsecas contradicciones: Por un lado vive una etapa de apogeo y expansión mundial denominada por sus panegiristas como globalización, pero por otra parte presenta síntomas inequívocos de estar inmerso en un rompimiento estructural que, en muchos de sus aspectos, parece irreversible y terminal.
El capitalismo es, por su propia naturaleza, un sistema profundamente irracional. No albergo dudas de que su final está cerca (tiene que estarlo, el ecosistema terrestre no soportará mucho tiempo más su dinámica depredadora y destructiva), pero también estoy convencido de que morirá matando, e intentará destruir a todo aquello que se interponga en su suicida carrera por obtener los recursos energéticos que le son indispensables para mantener su ritmo incesante de crecimiento y expansión, no porque así lo hayan decidido unas élites malvadas y sin conciencia (si este fuera el caso sólo habría que esperar a que tomaran el poder en los centros imperiales del capitalismo mundial gente “buena”, o por lo menos sensata, con lo de absurdo y fantasioso que esto supondría), sino porque esta es su naturaleza y así lo ordenan las leyes que rigen su existencia, como tan bien lo explicó Marx en su obra maestra, El Capital.
En el escenario antes descrito Suramérica va a desempeñar un papel clave y protagónico; veamos porque:
Hidrocarburos
En Suramérica se encuentran las mayores reservas de hidrocarburos que existen en el planeta. Sólo en la faja del Orinoco, y según cifras del Departamento de Geología de los EEUU, se pueden recuperar con la tecnología actual, más de 513 mil millones de barriles de petróleo, a los que hay que sumar los cerca de 100 mil millones de barriles que Venezuela posee como reservas convencionales, las reservas de gas natural que equivalen a cerca de 30 mil millones de barriles y las reservas de carbón, que equivalen a poco más de 5 mil millones de barriles; a esto habría que sumarle los más de 100 mil millones de barriles que los brasileños han encontrado en sus yacimientos off shore de sus cuencas del Presal y las reservas de petróleo y gas que existen en Colombia, Ecuador y Bolivia, que, sin poseer la magnitud de los dos primeros países, tampoco son despreciables. Como punto especial debo mencionar los recién descubiertos yacimientos de petróleo en las islas Malvinas argentinas, que según las empresas que allí hacen prospecciones con licencias del gobierno inglés, sobrepasan los 18 mil millones de barriles y que involucran a los intereses británicos en forma directa en la geopolítica energética de la región.
Lo anterior significa que en Suramérica existen reservas de hidrocarburos mayores que las que existen en las cuencas del medio oriente o las del Mar caspio, con la ventaja agregada de su cercanía a los que, hasta ahora, han sido los grandes centros de consumo energético del capitalismo mundial.
Parece obvio que en la lucha que la humanidad presenciará en los próximos años por el control de los hidrocarburos, los EEUU intentarán asegurarse el control de esta zona del planeta como reserva exclusiva y estratégica frente a potencias emergentes como China e India, e incluso frente a sus tradicionales aliados europeos y japoneses.
Biocombustibles
Suramérica es la principal zona productora de biocombustibles en el mundo. Brasil produce el 45% del bioetanol que se destila en el planeta, Argentina es el primer productor mundial de aceite de soja, así como Colombia es el principal productor de aceite de palma africana en el continente, ambos aceites utilizados para la producción de biodiesel. Hay que hacer la aclaratoria de que cuando se dice que Brasil es el primer productor mundial de etanol o Argentina de aceite de soja, pareciera que es el estado brasileño o argentino quienes producen estos rubros cuando la realidad es que quienes los producen son gigantescas trasnacionales asentadas coyunturalmente en los territorios de esos países.
Según el Doctor Miguel Ángel Altieri, profesor de la universidad de Berkeley, “estamos ante el diseño de una nueva estrategia de reproducción por parte del capitalismo, que está tomando el control de los sistemas alimentarios. Se está produciendo la alianza inédita de multinacionales petroleras, biotecnológicas, de autos, los grandes mercaderes de granos y algunas instituciones conservacionistas que van a decidir cuáles van a ser los grandes destinos de los paisajes rurales de América Latina”.
El catedrático de origen chileno culmina sus reflexiones con un llamado de alerta a los pueblos del sur del Rio Grande: “para que EEUU produzca todo el etanol que necesita para reemplazar su petróleo, debería cultivar seis veces su superficie. Entonces está claro que lo van a hacer en los países de América Latina y, de hecho, ya están en camino. Se trata de un imperialismo biológico”.
Energía nuclear
En Suramérica existen cuantiosas reservas de minerales radioactivos. Países como Brasil, Argentina y casi todas las naciones andinas poseen en sus territorios yacimientos de estos materiales. Brasil y Argentina además, dominan todos los ciclos técnicos para la producción de energía nuclear.
Hasta ahora, todas las centrales nucleares en el mundo producen energía a partir de la fisión (rompimiento) del núcleo de los átomos de los materiales radioactivos; sin embargo, las centrales nucleares de nueva generación (el prototipo se construye en Francia), van a ser centrales que producirán energía no a partir de la fisión nuclear sino de la fusión de los núcleos de los átomos de los materiales radioactivos en un proceso semejante al que ocurre en el sol.
El material que hasta ahora ha demostrado ser más eficiente y adecuado para la producción de energía a partir de la fusión de sus átomos es el Tritio. El que en Suramérica exista cerca del 80% de los yacimientos de Litio que se han podido confirmar en el mundo y a la vez existan grandes reservas de uranio y países que controlan las fases técnicas del proceso de producción de energía nuclear abre múltiples variables sobre el papel que podrá jugar esta región en al campo de la producción de energía nuclear en el siglo XXI.
Minerales estratégicos para el almacenamiento de energía
Litio y coltán
El Litio es un mineral extremadamente liviano, que presenta como característica utilitaria principal una enorme capacidad de almacenamiento de energía eléctrica, lo que convierte a los automóviles movidos por este tipo de energía, que funcionan con acumuladores (baterías) fabricados con este material, en la gran opción ecológica y sustentable frente a los que aun funcionan con combustibles fósiles.
Al Litio se le asigna el papel de ser el suplidor del petróleo como proveedor de energía para mover al mundo a partir de la tercera y cuarta década de este siglo.
En el triángulo formado por los salares de Uyuni en Bolivia, Atacama en Chile y Hombre Muerto en Argentina, se concentra más del 80% de las reservas de Litio que, hasta ahora, se han confirmado y certificado en el mundo. En el salar de Uyuni, en el suroeste boliviano, se concentra más del 50% del Litio conocido y certificado hasta ahora en la tierra. Jerome Clayton Glenn, director del proyecto milenium de la ONU, declaró hace dos años atrás que “en un futuro cercano Bolivia podría convertirse en el proveedor de combustible del planeta”, lo que no hace sino confirmar las enormes posibilidades energéticas que hacia futuro posee el país altiplánico. La Dirección Nacional de Recursos Evaporíticos de Bolivia estimó en enero de este año que el total de las reservas de litio ubicadas en el Salar de Uyuni se estiman en cuando menos dieciocho millones de toneladas. Desde Washington y otros centros de poder y propaganda mundial se ha promocionado a Chile como el gran proveedor de Litio para el mundo, destacando su neoliberal legislación minera y la rígida alineación de los sucesivos gobiernos australes con los intereses estadounidenses en la región. Se ensalza a Chile como estrategia para descalificar y torpedear los esfuerzos del estado Boliviano por intentar explotar su riqueza litífera procesándola en su propio territorio; también estos serían los fines tácticos que persigue el anuncio del descubrimiento de gigantescos yacimientos de Litio en el sur de Afganistán, es decir, disminuir la importancia de los yacimientos bolivianos para de esa forma debilitar su capacidad negociadora frente a las empresas y países con los cuales negocia el gobierno de Evo Morales la industrialización del Litio en su propio país.
El Coltán por su parte es una combinación de columbita, tantalita y manganeso. El Tantalio (uno de los minerales que lo integran) es un superconductor que soporta elevadas temperaturas, es resistente a la corrosión y tiene, al igual que el Litio, una asombrosa capacidad de almacenamiento de cargas eléctricas. El Coltán es el material fundamental para fabricar condensadores, microchips, microcircuitos para computadoras, celulares, consolas de videojuegos, sistemas de posicionamiento global, satélites, misiles teledirigidos y demás aparatos de microelectrónica, eso sin incluir que también es utilizado para los ahora infaltables implantes mamarios.
Hasta ahora se creía que los yacimientos de Coltán sólo se encontraban en cantidades apreciables en países del África centro-oriental, en la zona de los grandes lagos (Congo, Ruanda, Burundi), pero el año pasado Venezuela anunció descubrimientos de Coltán en su sureño estado de Amazonas con reservas que, en un primer momento, se han valorado por encima de los cien mil millones de dólares, lo que viene a aumentar, si acaso ello fuera posible, la importancia estratégica del país bolivariano en el escenario geopolítico de la energía en el mundo contemporaneo.
Variables geopolíticas
Los hechos antes señalados poseen en sí mismos profundas implicaciones geopolíticas. Dada la magnitud de sus gigantescas reservas de hidrocarburos (Venezuela será el último país sobre la tierra en alcanzar su pico de producción, alrededor del año 2067) la nación bolivariana parece encaminada a ejercer una posición dominante en el mercado petrolero mundial durante este siglo que comienza, situación que también detentará Bolivia con respecto al llamado combustible del siglo XXI, es decir, el Litio.
En este punto hay que recordar que los gobiernos de estos dos países son estrechos aliados políticos e ideológicos, cofundadores de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), que vista desde esta óptica ya no parece tanto un club de utopistas y soñadores, y propulsores de cambios profundos y estructurales en las formas de organización social, política y económica de sus sociedades. Tanto el Comandante Chávez como el Presidente Evo Morales han enunciando su intención de construir modelos de convivencia humana y planetaria diferentes al capitalismo.
Nuestro actual modelo civilizacional se asienta, es pertinente recordarlo, sobre la disponibilidad y consumo (derroche) de ingentes cantidades de energía, por lo que es válido afirmar que quien controle las fuentes de energía tendrá la posibilidad de influir grandemente en los modelos y formas de organización social y convivencia que la humanidad adoptará en las próximas décadas. Bolivia con su Sumak Kawsay o tesis del buen vivir, proveniente de las mejores tradiciones indígenas de los pueblos que conforman su estado plurinacional, y Venezuela, con su búsqueda de un socialismo adaptado y evolucionado hacia las realidades del presente siglo, son de las pocas alternativas que se levantan en el mundo contemporáneo a desafiar, en la teoría y en la práctica, al capitalismo globalizado.
A esto tiene que agregársele que Brasil, primer productor mundial de biocombustibles, aun sin que sus élites y clases gobernantes estén propugnando modelos alternativos o heterodoxos de organización social, sí intentan la modificación del orden unipolar vigente actualmente en el mundo y las posibilidades que en ese sentido le otorgaría una alianza con la Venezuela petrolera de Chávez o la Bolivia litífera de Evo tiene que estar siendo considerada seriamente en los despachos de análisis geopolítico de los palacios de Planalto e Itamaraty.
Un eje energético Brasilia-Caracas-La Paz (Etanol-Petróleo-Litio) tendría una posición dominante en el mercado de la energía mundial del siglo XXI, y estaría en capacidad de imponer condiciones y reglas dentro de la multipolaridad mundial que su consolidación crearía.
Los geoestrategas chinos y rusos, aunque lejos de concepciones marxistas, o incluso progresistas de las relaciones internacionales de sus respectivos países, no pueden haber dejado de percibir las enormes implicaciones de poder que los escenarios antes descritos ofrecen para la construcción de un nuevo escenario mundial y desde ya empresas chinas y rusas, con el apoyo de sus respectivos gobiernos, se están posicionando en la región.
A su vez, los analistas estadounidenses han previsto estos escenarios y ello explica el gigantesco y renovado despliegue militar (bases, IV flota, neogolpes de estado) que en los últimos años han realizado en la región. Para los intereses usamericanos controlar Suramérica, especialmente sus movimientos nacionalistas y anticapitalistas, no es sólo una apuesta económica e ideológica, es un imperativo de supervivencia imperial. El control de las reservas energéticas de Suramérica, especialmente las petroleras de Venezuela, es una condición necesaria para garantizar su retaguardia petrolera y tener las manos libres para intentar controlar las zonas petroleras del medio oriente y el Mar caspio, y en caso de no controlarlas, desestabilizarlas al máximo para impedir así el libre acceso a ellas de asiáticos y europeos.
El establecimiento de siete bases militares en el país neogranadino han llevado al internacionalista azteca Alfredo Jalife Rame a preguntarse en la página web de La Jornada de México: “¿La instalación de las bases militares estadounidenses en Colombia, al unísono de los intentos de balcanización de países petroleros de la zona (Bolivia, Ecuador, Venezuela) no formarán parte del jaque bélico de Washington a los hidrocarburos y a los metales estratégicos como el Litio, de Sudamérica?”.
Los thinks thanks estadounidenses entienden que estallidos, revueltas y convulsiones en el mundo árabe y musulmán en contra del orden económico, social y político impuesto a esas sociedades por regímenes tiránicos y antipopulares, cuya única razón de ser durante décadas ha sido garantizar el saqueo de las riquezas hidrocarburíferas de esos países por parte de las grandes corporaciones transnacionales, son inevitables, tal y como se ha podido observar en las últimas semanas en Túnez, Argelia, Egipto, Yemen y Jordania, por ello, el control de los recursos energéticos de lo que ellos por años han considerado “su patio trasero”, Suramérica, se les presenta como un imperativo absoluto.
Una Suramérica unida e integrada es el peor escenario que los círculos de poder imperiales pueden llegar a visualizar para sus intereses en la región, por ello, los gobiernos de los EEUU han maniobrado en los últimos años para, en cumplimiento del viejo adagio romano de divide et impera, impedir o sabotear toda forma de asociación o integración en Latinoamérica y el Caribe; por eso, iniciativas como el Alba, el Sucre, La Comunidad Sudamericana de Naciones, Petrocaribe, Petroandina, Petroamérica, Unasur y Mercosur, que no sólo implican acuerdos en el ámbito económico sino que son el entramado para fijar las bases hacia una mayor y más profunda integración política, son miradas y atacadas con fuerza por un poder imperial que tiene su principal fuerza en la división y aislamiento del resto del mundo.
La energía puede ser la herramienta necesaria para ajustar estos procesos de integración suramericana, a la vez que convertirse en su carta de presentación al mundo multipolar que se está comenzando a conformar en este siglo que recién arranca. www.ecoportal.net
Joel Sangronis Padrón - Profesor UNERMB - Venezuela
Fuente: http://www.notivargas.org/columnistas/21297-joel-sangronis-padron--suramerica-en-la-geopolitica-energetica-mundial.html
http://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Energias/Litio-Petroleo-Etanol._Suramerica_en_la_geopolitica_energetica_mundial
La economía norteamericana necesita los minerales de América Latina como los pulmones necesitan el aire. - Eduardo Galeano. Las Venas Abiertas de América Latina
El modelo civilizatorio en el que vivimos (capitalismo), con sus intrínsecas características de desarrollismo, consumismo y derroche, impuesto a casi toda la humanidad en los últimos 150 años, ha dependido para su existencia de la disponibilidad de fuentes de energía que han sido, a la vez, abundantes y baratas.
Las cuatro principales fuentes de energía para este siglo XXI que recién comienza son:
1. Combustibles Fósiles.
2. Biocombustibles.
3. Energía Nuclear.
4. Minerales estratégicos con gran capacidad de almacenamiento y conducción de energía (Litio, Coltán).
El formidable desarrollo de las fuerzas productivas durante el siglo XX estuvo ligado a la permanente disponibilidad por parte de los centros del capitalismo mundial, de la energía que el petróleo, obtenido la mayor parte de las veces en forma de saqueo puro y simple o a precios ridículamente bajos, casi simbólicos, le proporcionó.
La lógica y leyes del capitalismo no han variado desde entonces. Las nuevas fuentes energéticas serán objeto de intento de apropiación a través de agresiones (caso de Irak) o de transacciones leoninas y usureras con gobiernos cipayos y corruptos (como los que existían en la Venezuela anterior a Chávez).
El capitalismo está indisolublemente ligado al imperialismo. Hoy, uno no puede sobrevivir sin el otro. Para un sistema de estructura y concepción neoimperial no basta con tener garantizado el suministro de determinados artículos y bienes; lo que determina el modelo y características de las relaciones imperiales de dominación es poseer la potestad de obtener esos recursos en forma ilimitada y con costos apenas un poco mayores que los gastos de inversión realizados. La división internacional del trabajo bajo el sistema capitalista mundial exige para su existencia elevados porcentajes de plusvalía, porcentajes que sólo pueden ser obtenidos a través del saqueo sistemático de los recursos y el trabajo de las sociedades periféricas y dependientes.
Los primeros años del siglo XXI encuentran al sistema capitalista atravesando una de sus cíclicas crisis generada por sus intrínsecas contradicciones: Por un lado vive una etapa de apogeo y expansión mundial denominada por sus panegiristas como globalización, pero por otra parte presenta síntomas inequívocos de estar inmerso en un rompimiento estructural que, en muchos de sus aspectos, parece irreversible y terminal.
El capitalismo es, por su propia naturaleza, un sistema profundamente irracional. No albergo dudas de que su final está cerca (tiene que estarlo, el ecosistema terrestre no soportará mucho tiempo más su dinámica depredadora y destructiva), pero también estoy convencido de que morirá matando, e intentará destruir a todo aquello que se interponga en su suicida carrera por obtener los recursos energéticos que le son indispensables para mantener su ritmo incesante de crecimiento y expansión, no porque así lo hayan decidido unas élites malvadas y sin conciencia (si este fuera el caso sólo habría que esperar a que tomaran el poder en los centros imperiales del capitalismo mundial gente “buena”, o por lo menos sensata, con lo de absurdo y fantasioso que esto supondría), sino porque esta es su naturaleza y así lo ordenan las leyes que rigen su existencia, como tan bien lo explicó Marx en su obra maestra, El Capital.
En el escenario antes descrito Suramérica va a desempeñar un papel clave y protagónico; veamos porque:
Hidrocarburos
En Suramérica se encuentran las mayores reservas de hidrocarburos que existen en el planeta. Sólo en la faja del Orinoco, y según cifras del Departamento de Geología de los EEUU, se pueden recuperar con la tecnología actual, más de 513 mil millones de barriles de petróleo, a los que hay que sumar los cerca de 100 mil millones de barriles que Venezuela posee como reservas convencionales, las reservas de gas natural que equivalen a cerca de 30 mil millones de barriles y las reservas de carbón, que equivalen a poco más de 5 mil millones de barriles; a esto habría que sumarle los más de 100 mil millones de barriles que los brasileños han encontrado en sus yacimientos off shore de sus cuencas del Presal y las reservas de petróleo y gas que existen en Colombia, Ecuador y Bolivia, que, sin poseer la magnitud de los dos primeros países, tampoco son despreciables. Como punto especial debo mencionar los recién descubiertos yacimientos de petróleo en las islas Malvinas argentinas, que según las empresas que allí hacen prospecciones con licencias del gobierno inglés, sobrepasan los 18 mil millones de barriles y que involucran a los intereses británicos en forma directa en la geopolítica energética de la región.
Lo anterior significa que en Suramérica existen reservas de hidrocarburos mayores que las que existen en las cuencas del medio oriente o las del Mar caspio, con la ventaja agregada de su cercanía a los que, hasta ahora, han sido los grandes centros de consumo energético del capitalismo mundial.
Parece obvio que en la lucha que la humanidad presenciará en los próximos años por el control de los hidrocarburos, los EEUU intentarán asegurarse el control de esta zona del planeta como reserva exclusiva y estratégica frente a potencias emergentes como China e India, e incluso frente a sus tradicionales aliados europeos y japoneses.
Biocombustibles
Suramérica es la principal zona productora de biocombustibles en el mundo. Brasil produce el 45% del bioetanol que se destila en el planeta, Argentina es el primer productor mundial de aceite de soja, así como Colombia es el principal productor de aceite de palma africana en el continente, ambos aceites utilizados para la producción de biodiesel. Hay que hacer la aclaratoria de que cuando se dice que Brasil es el primer productor mundial de etanol o Argentina de aceite de soja, pareciera que es el estado brasileño o argentino quienes producen estos rubros cuando la realidad es que quienes los producen son gigantescas trasnacionales asentadas coyunturalmente en los territorios de esos países.
Según el Doctor Miguel Ángel Altieri, profesor de la universidad de Berkeley, “estamos ante el diseño de una nueva estrategia de reproducción por parte del capitalismo, que está tomando el control de los sistemas alimentarios. Se está produciendo la alianza inédita de multinacionales petroleras, biotecnológicas, de autos, los grandes mercaderes de granos y algunas instituciones conservacionistas que van a decidir cuáles van a ser los grandes destinos de los paisajes rurales de América Latina”.
El catedrático de origen chileno culmina sus reflexiones con un llamado de alerta a los pueblos del sur del Rio Grande: “para que EEUU produzca todo el etanol que necesita para reemplazar su petróleo, debería cultivar seis veces su superficie. Entonces está claro que lo van a hacer en los países de América Latina y, de hecho, ya están en camino. Se trata de un imperialismo biológico”.
Energía nuclear
En Suramérica existen cuantiosas reservas de minerales radioactivos. Países como Brasil, Argentina y casi todas las naciones andinas poseen en sus territorios yacimientos de estos materiales. Brasil y Argentina además, dominan todos los ciclos técnicos para la producción de energía nuclear.
Hasta ahora, todas las centrales nucleares en el mundo producen energía a partir de la fisión (rompimiento) del núcleo de los átomos de los materiales radioactivos; sin embargo, las centrales nucleares de nueva generación (el prototipo se construye en Francia), van a ser centrales que producirán energía no a partir de la fisión nuclear sino de la fusión de los núcleos de los átomos de los materiales radioactivos en un proceso semejante al que ocurre en el sol.
El material que hasta ahora ha demostrado ser más eficiente y adecuado para la producción de energía a partir de la fusión de sus átomos es el Tritio. El que en Suramérica exista cerca del 80% de los yacimientos de Litio que se han podido confirmar en el mundo y a la vez existan grandes reservas de uranio y países que controlan las fases técnicas del proceso de producción de energía nuclear abre múltiples variables sobre el papel que podrá jugar esta región en al campo de la producción de energía nuclear en el siglo XXI.
Minerales estratégicos para el almacenamiento de energía
Litio y coltán
El Litio es un mineral extremadamente liviano, que presenta como característica utilitaria principal una enorme capacidad de almacenamiento de energía eléctrica, lo que convierte a los automóviles movidos por este tipo de energía, que funcionan con acumuladores (baterías) fabricados con este material, en la gran opción ecológica y sustentable frente a los que aun funcionan con combustibles fósiles.
Al Litio se le asigna el papel de ser el suplidor del petróleo como proveedor de energía para mover al mundo a partir de la tercera y cuarta década de este siglo.
En el triángulo formado por los salares de Uyuni en Bolivia, Atacama en Chile y Hombre Muerto en Argentina, se concentra más del 80% de las reservas de Litio que, hasta ahora, se han confirmado y certificado en el mundo. En el salar de Uyuni, en el suroeste boliviano, se concentra más del 50% del Litio conocido y certificado hasta ahora en la tierra. Jerome Clayton Glenn, director del proyecto milenium de la ONU, declaró hace dos años atrás que “en un futuro cercano Bolivia podría convertirse en el proveedor de combustible del planeta”, lo que no hace sino confirmar las enormes posibilidades energéticas que hacia futuro posee el país altiplánico. La Dirección Nacional de Recursos Evaporíticos de Bolivia estimó en enero de este año que el total de las reservas de litio ubicadas en el Salar de Uyuni se estiman en cuando menos dieciocho millones de toneladas. Desde Washington y otros centros de poder y propaganda mundial se ha promocionado a Chile como el gran proveedor de Litio para el mundo, destacando su neoliberal legislación minera y la rígida alineación de los sucesivos gobiernos australes con los intereses estadounidenses en la región. Se ensalza a Chile como estrategia para descalificar y torpedear los esfuerzos del estado Boliviano por intentar explotar su riqueza litífera procesándola en su propio territorio; también estos serían los fines tácticos que persigue el anuncio del descubrimiento de gigantescos yacimientos de Litio en el sur de Afganistán, es decir, disminuir la importancia de los yacimientos bolivianos para de esa forma debilitar su capacidad negociadora frente a las empresas y países con los cuales negocia el gobierno de Evo Morales la industrialización del Litio en su propio país.
El Coltán por su parte es una combinación de columbita, tantalita y manganeso. El Tantalio (uno de los minerales que lo integran) es un superconductor que soporta elevadas temperaturas, es resistente a la corrosión y tiene, al igual que el Litio, una asombrosa capacidad de almacenamiento de cargas eléctricas. El Coltán es el material fundamental para fabricar condensadores, microchips, microcircuitos para computadoras, celulares, consolas de videojuegos, sistemas de posicionamiento global, satélites, misiles teledirigidos y demás aparatos de microelectrónica, eso sin incluir que también es utilizado para los ahora infaltables implantes mamarios.
Hasta ahora se creía que los yacimientos de Coltán sólo se encontraban en cantidades apreciables en países del África centro-oriental, en la zona de los grandes lagos (Congo, Ruanda, Burundi), pero el año pasado Venezuela anunció descubrimientos de Coltán en su sureño estado de Amazonas con reservas que, en un primer momento, se han valorado por encima de los cien mil millones de dólares, lo que viene a aumentar, si acaso ello fuera posible, la importancia estratégica del país bolivariano en el escenario geopolítico de la energía en el mundo contemporaneo.
Variables geopolíticas
Los hechos antes señalados poseen en sí mismos profundas implicaciones geopolíticas. Dada la magnitud de sus gigantescas reservas de hidrocarburos (Venezuela será el último país sobre la tierra en alcanzar su pico de producción, alrededor del año 2067) la nación bolivariana parece encaminada a ejercer una posición dominante en el mercado petrolero mundial durante este siglo que comienza, situación que también detentará Bolivia con respecto al llamado combustible del siglo XXI, es decir, el Litio.
En este punto hay que recordar que los gobiernos de estos dos países son estrechos aliados políticos e ideológicos, cofundadores de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), que vista desde esta óptica ya no parece tanto un club de utopistas y soñadores, y propulsores de cambios profundos y estructurales en las formas de organización social, política y económica de sus sociedades. Tanto el Comandante Chávez como el Presidente Evo Morales han enunciando su intención de construir modelos de convivencia humana y planetaria diferentes al capitalismo.
Nuestro actual modelo civilizacional se asienta, es pertinente recordarlo, sobre la disponibilidad y consumo (derroche) de ingentes cantidades de energía, por lo que es válido afirmar que quien controle las fuentes de energía tendrá la posibilidad de influir grandemente en los modelos y formas de organización social y convivencia que la humanidad adoptará en las próximas décadas. Bolivia con su Sumak Kawsay o tesis del buen vivir, proveniente de las mejores tradiciones indígenas de los pueblos que conforman su estado plurinacional, y Venezuela, con su búsqueda de un socialismo adaptado y evolucionado hacia las realidades del presente siglo, son de las pocas alternativas que se levantan en el mundo contemporáneo a desafiar, en la teoría y en la práctica, al capitalismo globalizado.
A esto tiene que agregársele que Brasil, primer productor mundial de biocombustibles, aun sin que sus élites y clases gobernantes estén propugnando modelos alternativos o heterodoxos de organización social, sí intentan la modificación del orden unipolar vigente actualmente en el mundo y las posibilidades que en ese sentido le otorgaría una alianza con la Venezuela petrolera de Chávez o la Bolivia litífera de Evo tiene que estar siendo considerada seriamente en los despachos de análisis geopolítico de los palacios de Planalto e Itamaraty.
Un eje energético Brasilia-Caracas-La Paz (Etanol-Petróleo-Litio) tendría una posición dominante en el mercado de la energía mundial del siglo XXI, y estaría en capacidad de imponer condiciones y reglas dentro de la multipolaridad mundial que su consolidación crearía.
Los geoestrategas chinos y rusos, aunque lejos de concepciones marxistas, o incluso progresistas de las relaciones internacionales de sus respectivos países, no pueden haber dejado de percibir las enormes implicaciones de poder que los escenarios antes descritos ofrecen para la construcción de un nuevo escenario mundial y desde ya empresas chinas y rusas, con el apoyo de sus respectivos gobiernos, se están posicionando en la región.
A su vez, los analistas estadounidenses han previsto estos escenarios y ello explica el gigantesco y renovado despliegue militar (bases, IV flota, neogolpes de estado) que en los últimos años han realizado en la región. Para los intereses usamericanos controlar Suramérica, especialmente sus movimientos nacionalistas y anticapitalistas, no es sólo una apuesta económica e ideológica, es un imperativo de supervivencia imperial. El control de las reservas energéticas de Suramérica, especialmente las petroleras de Venezuela, es una condición necesaria para garantizar su retaguardia petrolera y tener las manos libres para intentar controlar las zonas petroleras del medio oriente y el Mar caspio, y en caso de no controlarlas, desestabilizarlas al máximo para impedir así el libre acceso a ellas de asiáticos y europeos.
El establecimiento de siete bases militares en el país neogranadino han llevado al internacionalista azteca Alfredo Jalife Rame a preguntarse en la página web de La Jornada de México: “¿La instalación de las bases militares estadounidenses en Colombia, al unísono de los intentos de balcanización de países petroleros de la zona (Bolivia, Ecuador, Venezuela) no formarán parte del jaque bélico de Washington a los hidrocarburos y a los metales estratégicos como el Litio, de Sudamérica?”.
Los thinks thanks estadounidenses entienden que estallidos, revueltas y convulsiones en el mundo árabe y musulmán en contra del orden económico, social y político impuesto a esas sociedades por regímenes tiránicos y antipopulares, cuya única razón de ser durante décadas ha sido garantizar el saqueo de las riquezas hidrocarburíferas de esos países por parte de las grandes corporaciones transnacionales, son inevitables, tal y como se ha podido observar en las últimas semanas en Túnez, Argelia, Egipto, Yemen y Jordania, por ello, el control de los recursos energéticos de lo que ellos por años han considerado “su patio trasero”, Suramérica, se les presenta como un imperativo absoluto.
Una Suramérica unida e integrada es el peor escenario que los círculos de poder imperiales pueden llegar a visualizar para sus intereses en la región, por ello, los gobiernos de los EEUU han maniobrado en los últimos años para, en cumplimiento del viejo adagio romano de divide et impera, impedir o sabotear toda forma de asociación o integración en Latinoamérica y el Caribe; por eso, iniciativas como el Alba, el Sucre, La Comunidad Sudamericana de Naciones, Petrocaribe, Petroandina, Petroamérica, Unasur y Mercosur, que no sólo implican acuerdos en el ámbito económico sino que son el entramado para fijar las bases hacia una mayor y más profunda integración política, son miradas y atacadas con fuerza por un poder imperial que tiene su principal fuerza en la división y aislamiento del resto del mundo.
La energía puede ser la herramienta necesaria para ajustar estos procesos de integración suramericana, a la vez que convertirse en su carta de presentación al mundo multipolar que se está comenzando a conformar en este siglo que recién arranca. www.ecoportal.net
Joel Sangronis Padrón - Profesor UNERMB - Venezuela
Fuente: http://www.notivargas.org/columnistas/21297-joel-sangronis-padron--suramerica-en-la-geopolitica-energetica-mundial.html
http://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Energias/Litio-Petroleo-Etanol._Suramerica_en_la_geopolitica_energetica_mundial
Suscribirse a:
Entradas (Atom)