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martes, 15 de marzo de 2011

Semblanza de un Patriota: General Enrique Mosconi

Los Argentinos no debemos olvidar jamás a aquellos patriotas que pensaron en una Patria Grande, Justa, Libre y Soberana:




La biografía del General Enrique Mosconi, militar e ingeniero fundador de YPF. Un importante patriota latinoamericano que dedicó su vida y obra al desarrollo de la "Gran Nación Latinoamericana" que soñaron San Martín y Bolívar.:



Discurso pronunciado por el Gral. Enrique Mosconi:

EL PETROLEO Y LA ECONOMIA LATINOAMERICANA
Concepto motriz
1927
Nuestra Nación, al igual que otras latinoamericanas, se encuentra empeñada
en la laboriosa y compleja organización de su economía. Estos países,
constituidos políticamente después de grandes y penosas dificultades, de
largas y sangrientas perturbaciones, que tienen su explicación en la calidad de
los factores étnicos que intervinieron en la conquista y en la evolución social de
la colonia, inician la tercera y última etapa de su historia ascendente.
Emancipados del dominio ibérico, los pueblos sudamericanos, formados por
toscos elementos raciales, se debaten en procura de su organización definitiva,
guiados por confusos principios políticos que van desde el gobierno
monárquico hacia la república unitaria o federal, y disponiendo de
rudimentarias bases políticas. Mientras nuestras provincias cruzan la larga
noche de incertidumbre y desconcierto de la fraticida lucha armada, expresión
final de las ambiciones y rivalidades de personas o de grupos, y solución a la
vez de localismos preñados de envidias y enconos irreductibles, germina la
nueva vida. De las tragedias del malón indio o mestizo, de la opresión instituida
por la barbarie, surge al fin, felizmente, la fórmula definitiva de nuestra
constitución política.
Las nacionalidades se asientan sobre normas de progreso colectivo. El trabajo
y una evolución forzosamente lenta, pero inevitablemente segura, alcanzarán el
bienestar del pueblo, propósito cardinal que en todos los tiempos ha orientado
el pensamiento y la acción de los hombres de gobierno patriotas.
Nuestro estatuto provisional de 1815 y la Constitución de 1826, que disuelve
nuevamente la Nación que intentaba organizarse, establecían en sus
declaraciones de derechos y garantías principios fundamentales de atracción
para el extranjero. Los fundadores de la nacionalidad comprendieron
claramente que necesitaban dos elementos de que no disponían en la
inmensidad del suelo argentino: hombres y capitales. La Constitución del 53,
reformada el 60, es de una liberalidad excepcional, inspirada en la necesidad
acentuada de “atraer y asimilar al extranjero, a todos los hombres del
mundo que quieran habitar nuestro suelo” y compartir el imperio de
nuestras leyes.
Hombres y capitales se requerían para organizar el trabajo y la explotación de
las riquezas nacionales. Hombres y capitales eran necesarios para utilizar los
productos del país; para fomentar y acrecentar sus valores; para mejorar las
condiciones de vida en las ciudades y en la campaña; para intensificar el intercambio interior y el comercio exterior; para utilizar los ríos navegables y
construir ferrocarriles y puertos; para equipar al país, en fin, con los pertrechos
y las organizaciones indispensables y accesorias para una explotación intensa
de la riqueza pública y privada. Sólo así podría elevarse a insospechada altura
el nivel de vida de sus habitantes y sólo así podría convertirse en realidad el
ideal de libertad espiritual, como fruto sazonado de las fuerzas morales y
materiales de la colectividad.
Setenta y cinco años de trabajo han elevado la riqueza pública a valores muy
considerables, si se observa su relación por habitante. Sin embargo,
necesitamos aún de hombres y capitales extranjeros para acelerar y completar
nuestro desarrollo; pero los deberes de nuestra época y la aspiración de un
más grande futuro nos indican que el internacionalismo económico que nos ha
formado y hecho nación debe estar sujeto a una influencia gradual, que tienda
a transformarlo paulatinamente en una organización económica nacionalista
hasta donde lo permita la independencia de los pueblos modernos. Los
conceptos constitucionales y normas legales que fueron excelentes a mediados
del siglo pasado, son pasibles de modificaciones si hemos de acelerar nuestra
marcha y alcanzar los objetivos magníficos del preámbulo de nuestra carta
magna.
Ha llegado ya el momento de seleccionar hombres y capitales y establecer
asimismo protección para hombres y capitales nacionales. Organizando el
trabajo y las explotaciones de las riquezas nacionales con hombres y dinero del
país, mejoraremos evidentemente nuestras condiciones de vida, lo que es
indispensable si, como lo hemos manifestado, nos encontramos aún en la
necesidad de continuar atrayendo la inmigración deseable. Estimulando el
espíritu de empresa en el capital nacional, refugiado hoy en la inacción o en el
interés de los títulos o cédulas hipotecarias, aprovechando los mayores saldos
del trabajo y en ello tendremos otra razón más de mejoramiento. En las
actividades industriales, en las grandes organizaciones agropecuarias que,
coordinadas en el intercambio mundial, controlan y fijan, no siempre con toda la
equidad que sería de desear, la remuneración del trabajo de campaña; en las
industrias de los transportes fluviales, marítimos, terrestres y aéreos, en el
comercio y las organizaciones bancarias, es tiempo ya que la inteligencia y el
capital argentinos intervengan en más vasta escala y recojan los beneficios
colectivos que hoy se nos escurren de las manos.
Con la cooperación de Europa hemos organizado el país y lo hemos equipado,
colocándolo en condiciones de emprender la explotación de sus riquezas y
posibilidades en mayor escala; en los últimos años los Estados Unidos, con el
envío de capitales y representantes de sus grandes empresas, se incorporaron
a nuestras actividades. Podemos, pues, elegir ahora el elemento que nos
convenga; pero, en primer término, nuestro deber es realizar con nuestros
propios medios una máxima tarea y luego aceptar la colaboración de hombres
y capitales, sin distinción de nacionalidad, siempre que éstos se sometan sin
reparo a las imposiciones de nuestras leyes. Capitales que pretendan
condiciones especiales, exigiendo un tratamiento de excepción que algunas
veces no ha de poder acordarse a los del país, no favorecen a la Nación;capitales que aspiren al dominio económico, que tengan el propósito de tomar
ingerencias políticas en los países en que operan, que empleen por sistema
procedimientos y normas inmorales, que pretendan no ser regidos por las leyes
en esos capitales llevan en sí gérmenes de futuras dificultades y
perturbaciones internas y externas.
La situación de la República Argentina es semejante a la de los demás países
de Latinoamérica, que bregan por la consolidación de su economía y de su
progreso moral y material.
En esta organización económica, el petróleo desempeñará en lo futuro un
papel trascendente, pues es el elemento indispensable para fomentar y
proteger el crecimiento y desarrollo de la industria nacional a seguir así el
proceso evolutivo de los pueblos, que, en plena expansión de su fuerza
creadora, han arribado a un positivo bienestar y consolidado su nacionalidad.
Los países de Latinoamérica que, como el nuestro, explotan petróleo y no
posean yacimientos carboníferos, o que los que los que tengan no sean
comercialmente explotables, deben preservar las fuentes de combustible líq
uido de toda influencia que no sea eminentemente nacionalista; el
combustible constituye la plataforma sobre la que se levantará su futura
organización industrial.
Por otra parte, esto tiene una importancia capital, pues la evolución de nuestros
países podrá substraerlos de la lucha tenaz que por la posesión del petróleo
libran los grandes imperios mundiales, lucha que dificulta el desarrollo, perturba
la vida económica y social y muchas veces oprime la soberanía y la libertad de
los pueblos menos organizados y menos fuertes; lucha inevitable en la
conquista del predominio industrial y comercial, generadora de enriquecimiento
de la colectividad triunfante; lucha que dará al vencedor los privilegios y la
seguridad de defender y mantener esos beneficios.
Es menester nacionalizar y resguardar por el Estado las fuentes de petróleo,
sobre las cuales se cierne el propósito de acaparamiento de los sindicatos y
trusts extranjeros: los gobiernos de los países de Sud América que para
mantener la certidumbre de su futuro progreso así lo hagan, ejercitarán una alta
previsión patriótica. Nacionalizar y explotar con criterio que consulte el interés
de la Nación los yacimientos de combustibles líquido, es robustecer la propia
economía y, al mismo tiempo, restar predominio a los trusts acaparadores que
absorben y oprimen con sus imposiciones y refuerzan su poder explotando
nuestras riquezas naturales y utilizando en su provecho los enormes beneficios
que de ellas se obtienen. Pero para nacionalizar las fuentes de petróleo, para
que el Estado mantenga en sus manos el control conveniente y perciba
participación equitativa en los beneficios, mucha veces extraordina rios, de las
explotaciones, es menester que los hombres de Gobierno den prueba de gran
espíritu de previsión y obtengan en oportunidad la adecuada legislación.
Las leyes de petróleo, como lo he manifestado en otro lugar, pueden
sancionarse con toda facilidad cuando no existe petróleo. Esta observación es
de interés para los países donde aún no ha alumbrado yacimiento alguno, lo que puede ocurrir en forma inesperada. La experiencia argentina constituye un
amplio e incontratable ejemplo. Entre nosotros, a pesar de toda la labor
cumplida en cuanto a legislación se refiere desde que se descubrió petróleo en
Comodoro Rivadavia, hace 20 años, no henos definido aún la ley que dé
unidad de doctrina e interpretación a la aplicación de las normas para la
explotación metódica y racional de los yacimientos; que modere, si así fuera
ignorancia y la incapacidad pueden producir en los depósitos naturales; que dé,
en fin, a la Nación, la verdadera posesión de sus minas y que la Nación y las
provincias usufructúen equitativamente sus beneficios.
Dotar a la Nación de la conveniente legislación del petróleo cuando por
imprevisión se han acordado derechos y se ha puesto en acción el interés del
capital privado nacional, y especialmente del capital extranjero, es obra ardua y
patriótica. La tarea es digna de los grandes partidos políticos y de los hombres
conductores de clara visión. Una nueva adecuada solución dará a los pueblos
latinoamericanos beneficios de orden moral, económico, político y social. Una
mala solución producirá efectos diametralmente opuestos, como nos lo
demuestran las graves dificultades y los grandes males que han experimentado
los países que no han resguardado debidamente su riqueza minera. El
problema argentino espera aún esa grande y definitiva solución.

Extraído del libro: “Dichos y Hechos”
General Enrique Mosconi
El Ateneo; Buenos Aires; 1939;

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