7 de septiembre de 2013
Estamos rodeados
El crecimiento de la invasión imperialista ni es chiste ni descansa: en tres años pasamos de tener 21 a 76 bases yanquis, preparadas para una posible intervención, sea cual fuera, por la excusa que fuera: narcotráfico, terrorismo, ayuda humanitaria, etc.
Por Xuan Pablo González
Sabemos que EEUU “durante el último siglo ha perpetrado 200 intervenciones militares en América Latina” (Atilio Borón). Y que hoy, hay 76 bases militares del imperio en nuestro continente. Pero las investigaciones de la socióloga Rita Bertaccini indican que podrían ser muchas más, cerca de cien, ya que en “En tres años pasamos de 21 a 76. Y nuevas formas de bases, Centros de Operaciones para Prevención de Desastres, centro de operaciones para ayudar a las operaciones de paz de la ONU como en Concón”, etc. Bertaccini nos cuenta concretamente que: “Entre Sitios de Operaciones Avanzadas (SOA), bases militares tradicionales y demás, hay chequeadas 76, en estudio hay 10 o 15 más”. Es decir que estaríamos hablando de probablemente más de 91 bases militares imperialistas en la región. Y eso pese a que Nuestra Latinoamérica “es la región más pacífica del mundo” (Borón).
El imperialismo se multiplica
“El imperialismo simula la defensa de la libertad individual, mientras se dedica a ejercer la esclavitud colectiva”, decía lúcidamente hace unas décadas las tres veces presidente Juan Perón.
En esos tiempos el poeta chileno Pablo Neruda, decía: “Yo acuso al Presidente de la República de mantener en tiempos de paz bases militares extranjeras en nuestro territorio, con oficiales y tropa uniformada”. Y por ello, en parte, sería después asesinado por la CIA, como comentaron los medios chilenos, ya que el año pasado cuando se exhumó el cuerpo de Neruda, la investigación nos dijo que un agente de la CIA y falso médico, Michael Townley, le inyectó un veneno al poeta cuando éste estaba en la clínica Santa María, de Santiago, pero sólo porque estaba esperando un vuelo para viajar urgentemente a México. Tonwley era pinochetista y esposo de una escritora chilena pro imperialista: Mariana Callejas.
En este siglo XXI, que las bases imperialistas se multiplicaron en nuestros países recolonizados, qué otra cosa deberíamos decir. “Nos están espiando”dijo recientemente la presidenta Cristina Fernández, respecto a los EEUU. ¿Dirá en algún momento “Nos tienen rodeados”?
Como contó también hace muy poco, desde el país trasandino el periodista Emilio Marín: “Que se sepa, la más reciente base militar norteamericana es la inaugurada en abril pasado en Chile. Está en el fuerte Aguayo, en Concón, región de Valparaíso, a 180 kilómetros al oeste de Santiago de Chile y el Comando Sur norteamericano destinó medio millón de dólares para su construcción”.
Seguimos con esta anécdota que le sucedió a Borón hace más de un año: mientras empezaba a escribir su libro América Latina en la Geopolítica del Imperialismo, teníamos 75 bases militares gringas en nuestro continente, y cuando se disponía a terminarlo, “el Pentágono ya había instalado una más, concretamente en la frontera peruana-ecuatoriana, en plena zona amazónica”.
Sí, el crecimiento de la invasión imperialista ni es chiste ni descansa: como dice Bertaccini, en tres años pasamos de tener 21 a 76 bases yanquis, preparadas para una posible intervención, sea cual fuera, por la excusa que fuera: narcotráfico, terrorismo, ayuda humanitaria, etc.: “creo que en ese terreno hay que estar muy alertas, porque esas bases son una opción militar que están destinadas a ser utilizadas, no nos podemos engañar… serán utilizadas cuando llegue el momento oportuno” (Borón).
Y pese a que algunas bases yanquis se cerraron, como la de Manta, en Ecuador, en 2009, gracias a la presión del pueblo ecuatoriano liderado por Rafael Correa, “Lamentablemente son más las bases que se abren que las que se cierran” (Emilio Marín).
Las bases apoyan los golpes de Estado actuales
También sabemos que las bases norteamericanas están apoyando la nueva ola golpista en Latinoamérica, como en el caso del golpe en Honduras en el 2009: “el último golpe de Estado en el subcontinente, perpetrado en junio de 2009 en Honduras, contó con el empleo de la base estadounidense asentada en ese país. Manuel Zelaya, el presidente constitucional, fue apresado en su domicilio, secuestrado por los golpistas y conducido a la base de Soto Cana, Palmerola, como primer paso antes de su deportación forzosa a Costa Rica” (Emilio Marín).
Y además muchos hablan de la IV Flota como una (o varias) base(s) móvil(es), que se desplaza(n) hacia zonas de conflicto con excusas de “libertad” y “humanidad”: “ellos dicen que cumplen funciones humanitarias, lo cual es una enorme mentira. Ellos posicionaron un portaaviones cuando fue el terremoto en Haití y prácticamente no podía llegar la solidaridad porque estaban bloqueando el puerto. O sea, la IV Flota cumple muchas funciones pero entre ellas se le puede considerar como un conjunto de bases militares móviles, pequeñas, pero absolutamente funcionales” (Bertaccini).
Bases en territorio argentino
La más importante es la de Malvinas: “ahí se ve la relación entre el viejo imperialismo colonizador de los británicos con su alianza con Estados Unidos y el resto de los países de la OTAN, porque esa base es de la OTAN” dice Bertaccini, que agrega “Cuando el gobierno argentino le reprocha a Gran Bretaña no sentarse a negociar, de vender licencias de pesca, con lo cual grandes buques factorías se roban nuestros recursos naturales del mar argentino, o cuando vende licencias de exploración de petróleo a grandes transnacionales que se instalan con una plataforma en nuestras Malvinas, eso es imperialismo, claramente”.
Hay otra base y “terreno autorizado para el uso de Estados Unidos” en Tierra del Fuego, en la localidad de Tolhuin.
También recientemente estuvo a punto de terminar de instalarse una base yanqui en Resistencia, Chaco, gracias al acuerdo del gobernador provincial Jorge Capitanich con el embajador norteamericano, Earl Wayne. La presión popular hizo caer –momentáneamente- esta iniciativa imperialista: momentáneamente porque “como Daniel Scioli, Sergio Massa, Alberto Fernández y Amado Boudou, Capitanich sintoniza bien la onda de EE UU” (Emilio Marín). La base del Chaco cuenta con “un radar y equipos de comunicación que habilitan a esta construcción como un centro de control y espionaje al servicio de los proyectos imperiales. Su instalación responde a un programa impulsado por la Junta Interamericana de Defensa (JID) que incluye en sus planes la coordinación e implementación de centros similares en otros países del continente y ha sido objetado por el gobierno nacional argentino que cuestiona el papel de la JID en estos temas” (Bertaccini).
En otros países latinoamericanos
Mientras hay países que tienen varias bases, como Colombia (alrededor de diez), hay otros como Bolivia, que no tiene ninguna, gracias a la constitución boliviana aprobada por el gobierno de Evo Morales, que “lo prohíbe expresamente”.
En Bélice hay una, como hay una en Cuba (Guantánamo), una en El Salvador, una en Haití y una en República Dominicana; en Costa Rica hay dos, como en Martinica, México y Paraguay; en Perú, Guyana Francesa y Honduras hay tres en cada uno de estos países. Y en Panamá hay 12.
El profesor e investigador Roberto Cañas, dice desde El Salvador que bajo excusas como el narcotráfico o el terrorismo, vivimos en “una nueva forma de neocolonialismo, donde al establecerse estas bases militares aparecen efectos perniciosos. Generalmente se incrementan los delitos de violaciones, prostitución, drogas, que se escolan alrededor de las bases militares”.
La dominación no es sólo militar: sino también cultural
A la par que siguen militarizando Latinoamérica, y aumenta “la inseguridad” y “el narcotráfico”, por efecto dominó y dominante, el Imperialismo continúa sus influencias políticas-económicas y su penetración cultural, con el estilo de Hollywood: “los jefes del Comando Sur, del Pentágono, tienen claro lo que quieren con esto, porque ellos tienen documentos elaborados donde hablan de una doctrina que llaman dominación de espectro completo. Ahora, ésa es una doctrina militar; ¿qué quiere decir de espectro completo? Que ellos no plantean sólo la dominación militar ni sólo la dominación política, ni sólo la dominación económica, en realidad de lo que están hablando es dominación cultural que engloba a todo eso” (Bertaccini).
En la excelente película mexicana del 2010: El Infierno, de Luis Estrada, los capos narcos mexicanos denuncian y acusan a los narcos de EEUU como los grandes instigadores de las olas de violencia en torno a temas como las drogas, la prostitución, etc., en su país. La película provocó escándalos y llegó a ser censurada porque también denunciaba la complicidad de los corruptos gobernantes mexicanos con el FBI y la DEA, etc.
El Imperialismo a través del cine hollywoodense y las músicas rock&poperas, etc., busca “el adormecimiento de la conciencia pública” (Borón), en nuestro países neocolonizados. En muchas películas gringas -como la última de Batman, por ejemplo-, se ha llegado a “naturalizar la tortura”, dice Borón: “Son innumerables las series de televisión, películas, programas radiales y medios gráficos que se encargan de inocular, con perversa meticulosidad, este veneno en la población”.
Para Borón esto es lisa y llanamente un “masivo y persistente lavado de cerebros” cooltural, que nos muestra irónicamente al presidente yanqui Obama como Premio Nobel de la Paz, cuando en realidad “se trata de otro asesino serial más de los varios que han ocupado la Casa Blanca en las últimas décadas” (Borón). Y mientras invierten “millones de dólares para financiar a grupos para que se opongan a Evo Morales, Rafael Correa y Nicolás Maduro”. Y pese a que los gringos estarían perdiendo su hegemonía económica en el mundo, demostrando que están en plena decadencia imperial, por otro lado “los Estados Unidos concentran más de la mitad de todo el gasto militar del planeta, lo cual es una proporción nunca antes alcanzada”, dice Borón, y “a su vez, la expansión de las bases militares es completamente desorbitada. Según los estudiosos del tema, hay aproximadamente en este momento poco más de 1.000 bases militares estadounidenses en todo el mundo”.
La invasión imperial no es tan a futuro como podíamos imaginar en otras épocas, ya que gracias a la fiebre (anti)terrorista, ya hay mil bases militares instaladas en el mundo: “Ellos están ya preventivamente instalados en el territorio, con la anuencia de muchos gobiernos inclusive” concluye Borón: “Lo que quieren ellos es monitorear la región y, a partir de eso, cuando sea necesario, poner en marcha esos recursos militares para aprovechar lo que ellos necesitan: recursos naturales, petróleo, minerales estratégicos, biodiversidad”.
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Estamos rodeados
El crecimiento de la invasión imperialista ni es chiste ni descansa: en tres años pasamos de tener 21 a 76 bases yanquis, preparadas para una posible intervención, sea cual fuera, por la excusa que fuera: narcotráfico, terrorismo, ayuda humanitaria, etc.
Por Xuan Pablo González
Sabemos que EEUU “durante el último siglo ha perpetrado 200 intervenciones militares en América Latina” (Atilio Borón). Y que hoy, hay 76 bases militares del imperio en nuestro continente. Pero las investigaciones de la socióloga Rita Bertaccini indican que podrían ser muchas más, cerca de cien, ya que en “En tres años pasamos de 21 a 76. Y nuevas formas de bases, Centros de Operaciones para Prevención de Desastres, centro de operaciones para ayudar a las operaciones de paz de la ONU como en Concón”, etc. Bertaccini nos cuenta concretamente que: “Entre Sitios de Operaciones Avanzadas (SOA), bases militares tradicionales y demás, hay chequeadas 76, en estudio hay 10 o 15 más”. Es decir que estaríamos hablando de probablemente más de 91 bases militares imperialistas en la región. Y eso pese a que Nuestra Latinoamérica “es la región más pacífica del mundo” (Borón).
El imperialismo se multiplica
“El imperialismo simula la defensa de la libertad individual, mientras se dedica a ejercer la esclavitud colectiva”, decía lúcidamente hace unas décadas las tres veces presidente Juan Perón.
En esos tiempos el poeta chileno Pablo Neruda, decía: “Yo acuso al Presidente de la República de mantener en tiempos de paz bases militares extranjeras en nuestro territorio, con oficiales y tropa uniformada”. Y por ello, en parte, sería después asesinado por la CIA, como comentaron los medios chilenos, ya que el año pasado cuando se exhumó el cuerpo de Neruda, la investigación nos dijo que un agente de la CIA y falso médico, Michael Townley, le inyectó un veneno al poeta cuando éste estaba en la clínica Santa María, de Santiago, pero sólo porque estaba esperando un vuelo para viajar urgentemente a México. Tonwley era pinochetista y esposo de una escritora chilena pro imperialista: Mariana Callejas.
En este siglo XXI, que las bases imperialistas se multiplicaron en nuestros países recolonizados, qué otra cosa deberíamos decir. “Nos están espiando”dijo recientemente la presidenta Cristina Fernández, respecto a los EEUU. ¿Dirá en algún momento “Nos tienen rodeados”?
Como contó también hace muy poco, desde el país trasandino el periodista Emilio Marín: “Que se sepa, la más reciente base militar norteamericana es la inaugurada en abril pasado en Chile. Está en el fuerte Aguayo, en Concón, región de Valparaíso, a 180 kilómetros al oeste de Santiago de Chile y el Comando Sur norteamericano destinó medio millón de dólares para su construcción”.
Seguimos con esta anécdota que le sucedió a Borón hace más de un año: mientras empezaba a escribir su libro América Latina en la Geopolítica del Imperialismo, teníamos 75 bases militares gringas en nuestro continente, y cuando se disponía a terminarlo, “el Pentágono ya había instalado una más, concretamente en la frontera peruana-ecuatoriana, en plena zona amazónica”.
Sí, el crecimiento de la invasión imperialista ni es chiste ni descansa: como dice Bertaccini, en tres años pasamos de tener 21 a 76 bases yanquis, preparadas para una posible intervención, sea cual fuera, por la excusa que fuera: narcotráfico, terrorismo, ayuda humanitaria, etc.: “creo que en ese terreno hay que estar muy alertas, porque esas bases son una opción militar que están destinadas a ser utilizadas, no nos podemos engañar… serán utilizadas cuando llegue el momento oportuno” (Borón).
Y pese a que algunas bases yanquis se cerraron, como la de Manta, en Ecuador, en 2009, gracias a la presión del pueblo ecuatoriano liderado por Rafael Correa, “Lamentablemente son más las bases que se abren que las que se cierran” (Emilio Marín).
Las bases apoyan los golpes de Estado actuales
También sabemos que las bases norteamericanas están apoyando la nueva ola golpista en Latinoamérica, como en el caso del golpe en Honduras en el 2009: “el último golpe de Estado en el subcontinente, perpetrado en junio de 2009 en Honduras, contó con el empleo de la base estadounidense asentada en ese país. Manuel Zelaya, el presidente constitucional, fue apresado en su domicilio, secuestrado por los golpistas y conducido a la base de Soto Cana, Palmerola, como primer paso antes de su deportación forzosa a Costa Rica” (Emilio Marín).
Y además muchos hablan de la IV Flota como una (o varias) base(s) móvil(es), que se desplaza(n) hacia zonas de conflicto con excusas de “libertad” y “humanidad”: “ellos dicen que cumplen funciones humanitarias, lo cual es una enorme mentira. Ellos posicionaron un portaaviones cuando fue el terremoto en Haití y prácticamente no podía llegar la solidaridad porque estaban bloqueando el puerto. O sea, la IV Flota cumple muchas funciones pero entre ellas se le puede considerar como un conjunto de bases militares móviles, pequeñas, pero absolutamente funcionales” (Bertaccini).
Bases en territorio argentino
La más importante es la de Malvinas: “ahí se ve la relación entre el viejo imperialismo colonizador de los británicos con su alianza con Estados Unidos y el resto de los países de la OTAN, porque esa base es de la OTAN” dice Bertaccini, que agrega “Cuando el gobierno argentino le reprocha a Gran Bretaña no sentarse a negociar, de vender licencias de pesca, con lo cual grandes buques factorías se roban nuestros recursos naturales del mar argentino, o cuando vende licencias de exploración de petróleo a grandes transnacionales que se instalan con una plataforma en nuestras Malvinas, eso es imperialismo, claramente”.
Hay otra base y “terreno autorizado para el uso de Estados Unidos” en Tierra del Fuego, en la localidad de Tolhuin.
También recientemente estuvo a punto de terminar de instalarse una base yanqui en Resistencia, Chaco, gracias al acuerdo del gobernador provincial Jorge Capitanich con el embajador norteamericano, Earl Wayne. La presión popular hizo caer –momentáneamente- esta iniciativa imperialista: momentáneamente porque “como Daniel Scioli, Sergio Massa, Alberto Fernández y Amado Boudou, Capitanich sintoniza bien la onda de EE UU” (Emilio Marín). La base del Chaco cuenta con “un radar y equipos de comunicación que habilitan a esta construcción como un centro de control y espionaje al servicio de los proyectos imperiales. Su instalación responde a un programa impulsado por la Junta Interamericana de Defensa (JID) que incluye en sus planes la coordinación e implementación de centros similares en otros países del continente y ha sido objetado por el gobierno nacional argentino que cuestiona el papel de la JID en estos temas” (Bertaccini).
En otros países latinoamericanos
Mientras hay países que tienen varias bases, como Colombia (alrededor de diez), hay otros como Bolivia, que no tiene ninguna, gracias a la constitución boliviana aprobada por el gobierno de Evo Morales, que “lo prohíbe expresamente”.
En Bélice hay una, como hay una en Cuba (Guantánamo), una en El Salvador, una en Haití y una en República Dominicana; en Costa Rica hay dos, como en Martinica, México y Paraguay; en Perú, Guyana Francesa y Honduras hay tres en cada uno de estos países. Y en Panamá hay 12.
El profesor e investigador Roberto Cañas, dice desde El Salvador que bajo excusas como el narcotráfico o el terrorismo, vivimos en “una nueva forma de neocolonialismo, donde al establecerse estas bases militares aparecen efectos perniciosos. Generalmente se incrementan los delitos de violaciones, prostitución, drogas, que se escolan alrededor de las bases militares”.
La dominación no es sólo militar: sino también cultural
A la par que siguen militarizando Latinoamérica, y aumenta “la inseguridad” y “el narcotráfico”, por efecto dominó y dominante, el Imperialismo continúa sus influencias políticas-económicas y su penetración cultural, con el estilo de Hollywood: “los jefes del Comando Sur, del Pentágono, tienen claro lo que quieren con esto, porque ellos tienen documentos elaborados donde hablan de una doctrina que llaman dominación de espectro completo. Ahora, ésa es una doctrina militar; ¿qué quiere decir de espectro completo? Que ellos no plantean sólo la dominación militar ni sólo la dominación política, ni sólo la dominación económica, en realidad de lo que están hablando es dominación cultural que engloba a todo eso” (Bertaccini).
En la excelente película mexicana del 2010: El Infierno, de Luis Estrada, los capos narcos mexicanos denuncian y acusan a los narcos de EEUU como los grandes instigadores de las olas de violencia en torno a temas como las drogas, la prostitución, etc., en su país. La película provocó escándalos y llegó a ser censurada porque también denunciaba la complicidad de los corruptos gobernantes mexicanos con el FBI y la DEA, etc.
El Imperialismo a través del cine hollywoodense y las músicas rock&poperas, etc., busca “el adormecimiento de la conciencia pública” (Borón), en nuestro países neocolonizados. En muchas películas gringas -como la última de Batman, por ejemplo-, se ha llegado a “naturalizar la tortura”, dice Borón: “Son innumerables las series de televisión, películas, programas radiales y medios gráficos que se encargan de inocular, con perversa meticulosidad, este veneno en la población”.
Para Borón esto es lisa y llanamente un “masivo y persistente lavado de cerebros” cooltural, que nos muestra irónicamente al presidente yanqui Obama como Premio Nobel de la Paz, cuando en realidad “se trata de otro asesino serial más de los varios que han ocupado la Casa Blanca en las últimas décadas” (Borón). Y mientras invierten “millones de dólares para financiar a grupos para que se opongan a Evo Morales, Rafael Correa y Nicolás Maduro”. Y pese a que los gringos estarían perdiendo su hegemonía económica en el mundo, demostrando que están en plena decadencia imperial, por otro lado “los Estados Unidos concentran más de la mitad de todo el gasto militar del planeta, lo cual es una proporción nunca antes alcanzada”, dice Borón, y “a su vez, la expansión de las bases militares es completamente desorbitada. Según los estudiosos del tema, hay aproximadamente en este momento poco más de 1.000 bases militares estadounidenses en todo el mundo”.
La invasión imperial no es tan a futuro como podíamos imaginar en otras épocas, ya que gracias a la fiebre (anti)terrorista, ya hay mil bases militares instaladas en el mundo: “Ellos están ya preventivamente instalados en el territorio, con la anuencia de muchos gobiernos inclusive” concluye Borón: “Lo que quieren ellos es monitorear la región y, a partir de eso, cuando sea necesario, poner en marcha esos recursos militares para aprovechar lo que ellos necesitan: recursos naturales, petróleo, minerales estratégicos, biodiversidad”.
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