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martes, 5 de julio de 2016

ASPECTOS ECONÓMICOS EN EL PROCESO SEPARATISTA DE AMÉRICA por Cesáreo Jarabo


No cabe la menor duda, y más en estos tiempos, que la cuestión económica es un elemento esencial en el estudio de la historia de los pueblos. No obstante, tampoco cabe la menor duda que este aspecto ha sido considerado vil durante mucho tiempo y en muchos lugares, siendo el lugar por excelencia el Imperio Hispánico.

A la hora de estudiar la historia de España, sobre todo hasta instantes antes de que la Ilustración lo inundase todo, nos aparece constantemente esa realidad en cada uno de los acontecimientos. Con ese espíritu debe ser atendida la cuestión económica en América, al menos hasta el reinado de Carlos III.

Dentro de ese aspecto se encuentra el desarrollo del comercio, que desde el principio de la Conquista estuvo centralizado. Cuestión que, también desde el principio, era asumida con total naturalidad, y no precisamente porque fuese signo de sumisión, sino porque el concepto de comercio existente en el mundo, hasta el siglo XVIII, era bien distinto del que hoy conocemos. Debemos tener en cuenta que el siglo XVIII es el momento histórico en el que de forma violenta estalla la Ilustración, el liberalismo político y el libre comercio. Haciéndose eco de esa realidad, la Real Cédula de 1778 permitió el libre comercio entre Buenos Aires, Chile y Perú. Cierto que con cierto retraso con relación a otras partes del mundo… pero también cierto que aún hoy es demasiado aventurado atreverse a abrazar como la panacea uno de los dos sistemas en liza, desechando la totalidad del otro y sin llevar antes a cabo un análisis sosegado, en cuyo caso nos podemos llevar alguna sorpresa que pueda conducirnos, no a una revolución liberal, sino a una reforma, todo lo profunda que se quiera, de los métodos aplicados hasta el momento.

Es el caso que los principios ilustrados se fueron imponiendo de manera irremisible, e imbuido de ellos, el Real Decreto de 2 de Febrero de 1778 decreta la libertad de comercio con América. Al respecto, Heraclio Bonilla y Karen Spalding señalan que “La Real Cédula del 2 de febrero de 1778 estableció el libre comercio entre Perú, Chile y Buenos Aires con España. En la práctica esta medida significaba la “apertura de los siguientes puertos españoles al comercio con América: Sevilla, Cádiz, Málaga, Almería, Cartagena, Alicante, Alfaques de Tortosa, Barcelona, Santander, Gijón y La Coruña; y los de Palma y Santa Cruz de Tenerife en las islas Mallorca y Canarias. En América, los puertos favorecidos con esta medida fueron: San Juan de Puerto Rico, Santo Domingo, Santiago de Cuba, Batabanó, La Habana, islas de la Margarita y Trinidad, Golfo de Santo Tomás de Castilla y Omoa en Guatemala, Cartagena, Santa Marta, Río de la Hacha, Portobelo, Montevideo, Buenos Aires, Valparaíso, Concepción, Arica, Callao y Guayaquil. En una palabra, esta medida significaba la liquidación del monopolio comercial de Cádiz en España y de Lima en América.”

Así, adelantándonos a los acontecimientos que vamos desarrollando, y entrando de lleno en el conflicto bélico que se produciría en la segunda década del siglo XIX, podemos aseverar con Felipe Ferreiro que “fueron justamente los Borbones, desde Carlos III, que creó el Consulado y decretó el libre comercio, los que favorecieron la economía de las postrimerías de la época hispana. Y la revolución no fue una revolución de la plebe con la oligarquía, sino que estuvo organizada por la aristocracia criolla contra la burocracia peninsular. Los indios pelearon principalmente por el rey, y criollos y españoles los hubo tanto entre regentistas como entre juntistas.”


En 1806, una expedición inglesa de 1600 hombres, al mando del brigadier General William Beresford, desembarcó en Quilmes, muy cerca del puerto de Buenos Aires. El virrey Sobremonte , quién al conocer la noticia de la Invasión, decidió salir de la ciudad de Buenos Aires hacia Córdoba para proteger el tesoro. El virrey fue interceptado en el camino por soldados ingleses, quienes se apropiaron del dinero y lo enviaron de inmediato a Inglaterra. Los ingleses creían que los habitantes de Buenos Aires, cansados de la dominación española, iban a aceptar a la nueva nueva metrópoli. Sin embargo, no fue así. Comenzaron a organizar la RESISTENCIA. Se organizaron grupos de voluntarios (MILICIAS URBANAS) que se sumaron a las tropas traídas de la Banda Oriental por un capitán de navío francés, Santiago de Liniers.


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