El Camino al Infierno empedrado por las buenas intenciones II
Breve sobre indios e indigenistas
Alberto Buela(*)
Ya empezamos mal hablando de indios cuando lo políticamente
correcto es hablar deaborígenes, término que viene del sufijo latino ab que
indica procedencia, más elsustantivo origo‐inis que
significa origen, nacimiento. Cuando decimos aborigen nosqueremos referir a
alguien originario del suelo donde vive.
Aparece aquí la primera contradicción: los indigenistas que se
auto titulan con un
término del latín como aborigen, en lugar del indio que es mucho
más genuino y
originario. Nació de un error de Colón.
Ahora bien en el caso de los aborígenes de la Patagonia y de la
Pampa argentina noson originarios para nada, eso no es cierto, es una falsedad
de toda falsedad. Los quehoy se denominan mapuches son un cuento, son un bluff,
lo decimos en inglés porquela oficina política de estos “indios” está en
Londres. Ellos llegan a La Pampa a partir de1770 y eran pehuenches de Ranquil
(hoy Chile) y se instalan en pleno cladenar (montes del Caldén) de la Pampa
central, llamada también Mamil Mapu (país del monte).
Vemos como estos indios son menos originarios que los criollos
viejos de la Pampa. Yen la Patagonia, cuando invadieron por esa misma época,
mataron a los tehuelches sus verdaderos habitantes originarios.
Sobre este tema se puede consultar el excelente artículo de Fredy
Carbano Julio
Argentino Roca y la gran mentira mapuche que está en Internet.
Es sabido que hoy día uno de los temas y asuntos más aprovechados
políticamente por el progresismo, tanto de izquierda como liberal, es el del
indigenismo.
No existe prácticamente ningún gobernante‐
nacional o provincial‐ de Nuestra América que no cante loas al
mundo precolombino, a los indios, a los autóctonos, a los pueblos originarios.
Ni que decir de los militantes políticos del progresismo y los
intelectuales del pensamiento único, el tema está comprado en bloque. Es como
si una voz de orden venida del imperialismo yanqui dijera: “Así como para
nosotros el único indio que vale es el indio muerto, para Uds. lo único valioso
es: que todos sean o se declaren indios”.
Para apoyar este principio de dominación política y cultural nos
han vendido, y nuestra intelligensia ha comparado, la teoría del
multiculturalismo que hace pedazos la poca unidad nacional que hemos logrado
luego de 500 años de existencia. Esta teoría ruin se expresa en el apotegma: la
minorías tienen derechos por el sólo hecho de ser minorías, tenga o no algún
valor lo suyo.
¿Y la voluntad de las mayorías? Sólo sirve para convalidar en el
momento de votar a la élite ilustrada que gobernará para las minorías, llámense
grupos concentrados de la economía (Etztain, Grobocopatel, Mildin, Werthein),
de la cultura (gays, lesbianas, bisexuales, homosexuales), de la farándula
mediática (Leuco, Eliaschev, Sofovich, Gelblung), del pensamiento (Feimann,
Forster, Kovadlof, Abraham). Gringos de la peor laya que viven esquilmando a
nuestros pueblos bajo la mascarada democrática de servirlos.
Y así como es políticamente correcto criticar a los fumadores y a
los cazadores de ciervos, por el contrario, es políticamente incorrecto
criticar a cualquiera de las mil variantes del indigenismo americano.
La crítica al indigenismo inmediatamente nos demoniza, porque el
indigenismo es un mecanismo más de dominación del imperialismo y como tal
funciona. Su verborrea criminaliza a quien se opone. Su lenguaje busca
despertar sentimientos primarios a dos puntas: se presentan como víctimas y
criminalizan a quienes se le oponen o ponen
simplemente reparos.
Lo grave del indigenismo es que en nombre de las falsas razones de
origen que dan ellos, nos quitan, al menos a los criollos americanos, nuestro
lugar de origen. Y nosotros los criollos bajo la firma de gauchos, huasos,
cholos, montuvios, jíbaros, ladinos, gaúchos, borinqueños, charros o llaneros
somos lo mejor, el producto más original que dio América al mundo. Ya lo decía
Bolivar sobre él mismo: ni tan español ni tan indio.
Es este mundo criollo que dio el barroco americano y que peleó por
la independencia y libertad de nuestros pueblos. Este mundo criollo que tuvo
sus mejores frutos intelectuales en la universidad de Chuquisaca, llamada La
Plata, Charcas y hoy Sucre.
¿O por qué se piensan que Bolivia, así pobre y desmantelada como
la vemos, ha sido la que mayor cantidad de pensadores nacionales
hispanoamericanos ha dado en el siglo XX? Porque funciona sobre una matriz de
pensamiento que tiene medio milenio.
Hace unos días escribió Solíz Rada desde Bolivia un brillante
artículo El canciller y las hormigas, donde el canciller de su país afirma:
“para nosotros los indios están primero las mariposas y las hormigas y en
último lugar está el hombre. A lo que comenta Solíz: Lo inaceptable es separar
la preservación de la Madre Tierra de la defensa del género humano. Recuérdese
que los nazis también pensaban que judíos y gitanosvalían menos que hormigas y
bacterias.” Lo postulado por su canciller viene a coincidir con los planes de
John Rokeffeller III de control de la natalidad de los países del tercer mundo.
El historiador y amigo chileno Pedro Godoy nos dice: “Chile no
escapa del plan
desmembrador. Modas primermundistas nos contaminan: tatuajes,
grafitis, piercing, swingers, punkies… Ahora adquiere fuerza otra: los
indigenistas bajo el grito “cada etnia una nación” ¡Inquietante!. Los asesores
rubios de esta campaña motorizan, hoy como ayer, la leyenda negra. Aportan así
a acentuar nuestra crisis de identidad”
La instrumentación política que está detrás del indigenismo la
hace notar muy bien Félix Rodríguez Trelles cuando afirma: “Los mal llamados
"originarios" son el brazo de la quinta columna interior. El
experimento imperial ha logrado un éxito notable al controlar Bolivia con el
cocalero manejado desde atrás por García Linera (el Cohn‐ Bendit
boliviano), y acechan con fuerza en Ecuador (no es casual que a Correa los "originarios"
lo ataquen cuando repudia la deuda externa)” (cfr. En Internet su artículo Lospueblos originarios: una operación de pinzas).
Tanto Andrés Solíz Rada como Pedro Godoy, dos hombres de la
izquierda nacional suramericana, como Trilles, un hombre del peronismo más
genuino, quieren poner el acento y alertarnos sobre la existencia y primacía de
la identidad de la comunidad política de origen (aquélla que nos da el Estado‐nación
al que pertenecemos) y una identidad adquirida o secundaria que es la que cada
uno puede darse o crearse por estudio o convicciones (comunidad mapuche,
gaucha, alemana, judía o árabe).
Y así todo suma y sigue, y podríamos poner mil ejemplos.
De este indigenismo se desprende la primera mentira mayúscula: la
matanza de indios que realizaron los españoles fue de 120 millones según
Escarrá Malavé, presidente de la comisión de relaciones exteriores del Congreso
de Venezuela, de ahí que Chávez hable
equivocadamente de “holocausto aborigen”. De 70 millones, según el sociólogo brasileño
Darcy Ribeiro y así siguen los números más inverosímiles. Pero estas cifras son
sólo suposiciones artificiosas teñidas por el odio a España y lo español
producto de la “leyenda negra” creada por las oficinas políticas de Holanda e
Inglaterra.
El filósofo e historiador mejicano José Vasconcelos, nada
hispanista, hace constar en su Breve historia de México que no había más de
seis millones de indios en todo el norte de América, tesis que años después
convalidarían las investigaciones del antropólogo W. Denevan. Mientras que don
Angel Rosemblat, profesor de historia de América colonial y nada sospechoso de
prohispanismo, estimó una población a la llegada de Colón de trece millones y
medio para toda América. La que disminuyó en gran parte no por las matanzas,
que ciertamente las hubo, sobre todo en los primeros treinta años de la
conquista, pero ni por asomo con la magnitud que se les otorga, sino por las epidemias
que los españoles trajeron: gripe, viruela, sífilis, etc.
Angel Rosemblat nació en Polonia en 1902 en el seno de una familia
judía y llegó a Buenos Aires a los seis años, realizó sus estudios en la
Universidad de Buenos Aires, se perfeccionó en Europa y en 1946 se afincó en
Venezuela contratado por ese granpensador venezolano que fue Mariano Picón Salas,
y allí murió en 1984. Este filólogo y antropólogo cultural se destacó por su
continuado trabajo de treinta años sobre el tema de la población originaria de
América a la llegada de Colón y en un libro memorable que tiene muchas
ediciones La población de América en 1492. Viejos y nuevos cálculos, FCE,
México, 1967.
Afirma Pierre Chaunu, historiador francés y protestante, el mayor
revisionista de la Revolución Francesa junto con Francois Furet, escribe: “La
leyenda antihispánica en su versión norteamericana (la europea hace hincapié
sobre todo en la Inquisición) ha desempeñado el saludable papel de válvula de
escape. La pretendida matanza de los indios por parte de los españoles en el
siglo XVI encubrió la matanza norteamericana de la frontera Oeste, que tuvo
lugar en el siglo XIX. La América protestante logró librarse de este modo de su
crimen lanzándolo de nuevo sobre la América católica. ”
La tenaz y reiterativa acusación de genocidio a los españoles por
parte de los
indigenistas contrasta con el silencio sobre uno de los episodios
más terribles y
duraderos, la matanza y explotación de indios y negros por parte
de las oligarquías americanas ilustradas luego de la independencia. Así durante
casi todo el siglo XIX las oligarquías locales masónicas y liberales bajo
régimen de esclavitud hicieron desaparecer pueblos enteros como los charrúas en
Uruguay, los mayas en México y varias etnias en el Brasil amazónico.
Nosotros, al no ser antropólogos culturales, sólo conocemos tres
trabajos serios sobre el tema en Argentina: a) los de Ernesto Sánchez Ance para
el área norte del país. b) el libro del antropólogo Jorge Fernández C.,
fallecido hace unos años, titulado Historia de los indios ranqueles, Bs.As. Ed.
Inst.Nac.Antropología y Pensamiento Americano, 1998, en donde con lujo de
detalles desarma el mito de los indios pampas o ranqueles como originarios,
sino que llegaron a La Pampa en 1770 corridos de Chile por los españoles y vivieron
allí, gracias a la industria sin chimeneas –el malón y el cautivaje ‐
hasta 1879, cuando cae Baigorrita, su último cacique. c) el libro de P.
Meinrado Hux: Memorias de un ex cautivo Santiago Avendaño, Bs.As. Ed. Elefante
Blanco, 1999. En donde se muestra palmariamente cómo era la tan mentada cultura
indígena, con sus sacrificios
humanos y el desollar viva a la gente.
Invitamos a los que quieran profundizar, a leer estos trabajos que
están al alcance de todos.
(*) alberto.buela@gmail.com
Arkagueta, apendiz constante, mejor que filósofo
No hay comentarios:
Publicar un comentario