Por Federico Bernal.
La Comisión Rattenbach (puntos 286 y 287) opinó al respecto: “Con ese acto, la nación reivindicaba un objetivo histórico y mostraba su determinación de hacer respetar sus derechos sobre un territorio irredento. Además, estas justas aspiraciones habían sido reconocidas sucesivamente por las Naciones Unidas a partir del año 1965 siendo sistemáticamente resistidas por Gran Bretaña. Al cabo de 17 años de infructuosas negociaciones y 149 de reclamaciones, la ocupación militar se daba como un recurso extremo para denunciar y comprometer ante el mundo a una potencia colonialista que se negaba obstinadamente a negociar con seriedad el futuro de las islas, desconociendo los documentos emergentes de la opinión internacional, expresados a través de la Asamblea General de las Naciones Unidas.” La naturaleza justa y legítima del acto de recuperación –tal como afirma el Informe Rattenbach– sería luego ratificado por la justicia argentina en la denominada Causa N° 59 (Archivo de la Cámara Federal) en el juicio a la Junta por las responsabilidades del conflicto bélico. El fallo del 26 de julio de 1988 (fiscal de Cámara Luis Gabriel Moreno Ocampo) declaró: “La Fiscalía, [...] acepta expresamente que la conquista de Malvinas fue un acto de legítima defensa; eso aquí no se discute, ni en ningún foro internacional se condenó a la Argentina como agresora, menos la Fiscalía estaría dispuesta a decir esto.”
¿De dónde proviene la coincidencia entre el Rattenbach y la justicia argentina? De la contundencia objetiva de la historia y que humildemente intentamos reflejar en este Suplemento, no para salvar ni reivindicar a la Junta Militar, sino para salvar y reivindicar a los Héroes de Malvinas, para desmantelar la desmalvinización. Más datos de la Malvinas real (en contraposición a la Malvinas virtual). El Informe Franks, en su punto 229, confirma el “informe de la prensa británica de ese día [31 de marzo] acerca de la partida de un submarino nuclear, que podría dar a los argentinos la impresión de que los británicos buscaban una solución militar, más que diplomática”. Asimismo, el historiador oficial británico de la Guerra de Malvinas (entrevistado en este fascículo), Lawrence Freedman, coincide con esta apreciación, pero agrega un sustancial aporte: “Los funcionarios del Ministerio de Defensa y los oficiales en Londres no estaban muy disgustados con la idea de que Buenos Aires haya tomado nota de que un submarino nuclear pudiera llegar al Atlántico Sur en pocos días, aunque esto pusiera ansioso al Foreign Office. Los temores de los diplomáticos estaban mejor fundados. Más que un inmediato efecto de persuasión, la inteligencia proveniente de Londres parecía confirmarle a la Junta que de efectuar alguna movida importante, esta tendría una muy estrecha ventana de oportunidad para ser ejecutada. [...] Las especulaciones acerca del significado de las declaraciones en el Parlamento [de Carrington y Luce del día 30], los submarinos nucleares en función de los artículos de la prensa del 31 –según informó el señor Molteni–, confirmó las sospechas en Buenos Aires de que los británicos estaban endureciendo su posición en la crisis en el sentido de reforzar militarmente a las Falklands. En este caso, las preparaciones para la ocupación inmediata de las islas habrían sido prudentes. Si, como luego fuera conjeturado, este había sido el día en el que la Junta habría tomado la fatídica decisión [de recuperar las Malvinas], entonces la divulgación mediática dada a las preparaciones militares británicas podrían haber sido responsables de haber provocado el acto que se supondría deberían haber impedido.” (Pág. 203). Pero para la Argentina y al decir de Rattenbach, ya había sido suficiente no sólo los “diecisiete años de infructuosas negociaciones y 149 de reclamaciones” desoídas sino además el envío de los buques y submarinos nucleares de los que había tomado conocimiento a fines de marzo, sumado al refuerzo de la dotación de marines en Puerto Argentino y a las declaraciones parlamentarias sobre el congelamiento de las negociaciones y la Fortaleza Falklands.
Aquí el origen específico del 2 de abril, como vimos en el fascículo anterior, adelantado en al menos cuatro meses según los planes originales del Comité Militar, aunque previsto por las Fuerzas Armadas al menos desde 1965. Y ahora una minúscula contribución al análisis que la democracia aún se debe del Conflicto del Atlántico Sur. Como señala Jorge Abelardo Ramos en su monumental obra Historia de la Nación Latinoamericana: “Los Estados Mayores de las Fuerzas Armadas, advertidos de los planes británicos, resolvieron precipitar la acción de reconquista de las Islas Malvinas. Fundaron su decisión en varias hipótesis, todas erróneas. [...] Entraron en guerra cuando ya era tarde para hacerlo. Si hubieran sabido desde el principio lo que ocurriría, jamás hubieran ocupado las Malvinas.” (Pág. 425). En efecto, nunca quisieron librar una guerra, menos una colonial y menos para perpetuarse en el poder; por lo general la orden que recibían los oficiales en el frente era el de defender, resistir; jamás un adelantamiento; jamás interceptar a la Task Force; jamás sumar a las decenas de miles de voluntarios civiles en los Consulados de la Patria Grande así como en la Argentina. Se confió más en el Estados Unidos mediador y en una Gran Bretaña civilizada que en el pueblo latinoamericano y las propuestas de apoyo militar del Tercer Mundo. La reacción y el pro imperialismo que hasta entonces prohijaron las FF AA en Centroamérica como en muchos de los Países No Alineados, ungió el estrepitoso fracaso de la Resolución 502 cuando los mismos No Alineados se abrieron de la Argentina. Quedaría en pie la patriótica Panamá a través de la figura de su brillante Canciller Illueca. Con razón Rattenbach denuncia los errores militares en el campo de operaciones y los errores diplomáticos en la ONU (por ejemplo, a mediados de marzo, Costa Méndez había dicho que la Argentina “no pertenecía al Tercer Mundo”); con razón denuncia la precipitada capitulación de Menéndez, planificada por quienes derrocaron a Galtieri y que luego habrían de encomendarle al mismo Rattenbach la investigación del conflicto bélico. Pero los errores de las FF AA durante la guerra de ninguna manera invalidan el acto del 2 de abril ni lo que vino después; mucho menos el coraje, patriotismo y profesionalismo de los Héroes de Malvinas (soldados, pilotos, infantes de marina, suboficiales y oficiales), de los caídos y los que volvieron, de los que aquí se quitaron la vida y los que siguen vivos. Los Héroes, sí, los que lucharon en defensa de la Patria y no en defensa de la dictadura; los que lucharon en inferioridad de condiciones –como se lucha en toda guerra colonial y desde 1806– y a pesar de eso, no dudaron en dar su vida por la causa. Como no dudó el pueblo argentino de separar la defensa de la soberanía nacional de la dictadura; como no dudó el pueblo latinoamericano y del Tercer Mundo de brindar su apoyo a la Argentina, a pesar de estar gobernada por una dictadura. El pueblo argentino debe aun estudiar y analizar las lecciones que dejaron aquellos meses de 1982. Es el mínimo homenaje que debemos dar a los Héroes argentinos y latinoamericanos, como el canciller panameño Illueca. ¿Cómo fue que se perdió la guerra? ¿A partir de cuándo o qué hechos? ¿La derrota se debió a la inferioridad técnica, militar, etc. o más bien obedeció a la naturaleza semicolonial, antipopular (genocida de su propio pueblo) y pro occidentalista de la máxima dirección militar del país? ¿Cuáles son las lecciones diplomáticas, políticas, culturales y militares de la democracia y para la democracia? ¿Cuáles para la construcción de unas FF AA sanmartinianas, democráticas y populares? ¿Y sobre la Resolución 502? ¿Hay diferencias con las resoluciones que abrieron la puerta a las invasiones a Irak, Afganistán y Libia? La descolonización pedagógica en relación con Malvinas, esto es, el desmantelamiento del proceso desmalvinizador, es capital a la resolución de la cuestión nacional. No por nada el propio Arturo Jauretche enseñó que “falsificar la historia, elaborar o destruir los prestigios políticos o intelectuales o morales, disminuir la fe en el país y en sus hombres, entre muchas otras, son las variadas técnicas de la colonización para que la semicolonia no se independice y construya su economía en razón de sus verdaderas posibilidades que la llevan la liberación”. Desmantelar la desmalvinización para honrar a nuestros Héroes, para concretar la aún pendiente movilización popular de todos los 2 de abril, movilización que inunde la Plaza de Mayo de banderas panameñas y argentinas, rememorando por altoparlante las históricas palabras de Illueca. Desmantelar la desmalvinización, en fin, para consolidar la República de los 40 millones y para emancipar unificando nuestra Nación Latinoamericana
La Comisión Rattenbach (puntos 286 y 287) opinó al respecto: “Con ese acto, la nación reivindicaba un objetivo histórico y mostraba su determinación de hacer respetar sus derechos sobre un territorio irredento. Además, estas justas aspiraciones habían sido reconocidas sucesivamente por las Naciones Unidas a partir del año 1965 siendo sistemáticamente resistidas por Gran Bretaña. Al cabo de 17 años de infructuosas negociaciones y 149 de reclamaciones, la ocupación militar se daba como un recurso extremo para denunciar y comprometer ante el mundo a una potencia colonialista que se negaba obstinadamente a negociar con seriedad el futuro de las islas, desconociendo los documentos emergentes de la opinión internacional, expresados a través de la Asamblea General de las Naciones Unidas.” La naturaleza justa y legítima del acto de recuperación –tal como afirma el Informe Rattenbach– sería luego ratificado por la justicia argentina en la denominada Causa N° 59 (Archivo de la Cámara Federal) en el juicio a la Junta por las responsabilidades del conflicto bélico. El fallo del 26 de julio de 1988 (fiscal de Cámara Luis Gabriel Moreno Ocampo) declaró: “La Fiscalía, [...] acepta expresamente que la conquista de Malvinas fue un acto de legítima defensa; eso aquí no se discute, ni en ningún foro internacional se condenó a la Argentina como agresora, menos la Fiscalía estaría dispuesta a decir esto.”
¿De dónde proviene la coincidencia entre el Rattenbach y la justicia argentina? De la contundencia objetiva de la historia y que humildemente intentamos reflejar en este Suplemento, no para salvar ni reivindicar a la Junta Militar, sino para salvar y reivindicar a los Héroes de Malvinas, para desmantelar la desmalvinización. Más datos de la Malvinas real (en contraposición a la Malvinas virtual). El Informe Franks, en su punto 229, confirma el “informe de la prensa británica de ese día [31 de marzo] acerca de la partida de un submarino nuclear, que podría dar a los argentinos la impresión de que los británicos buscaban una solución militar, más que diplomática”. Asimismo, el historiador oficial británico de la Guerra de Malvinas (entrevistado en este fascículo), Lawrence Freedman, coincide con esta apreciación, pero agrega un sustancial aporte: “Los funcionarios del Ministerio de Defensa y los oficiales en Londres no estaban muy disgustados con la idea de que Buenos Aires haya tomado nota de que un submarino nuclear pudiera llegar al Atlántico Sur en pocos días, aunque esto pusiera ansioso al Foreign Office. Los temores de los diplomáticos estaban mejor fundados. Más que un inmediato efecto de persuasión, la inteligencia proveniente de Londres parecía confirmarle a la Junta que de efectuar alguna movida importante, esta tendría una muy estrecha ventana de oportunidad para ser ejecutada. [...] Las especulaciones acerca del significado de las declaraciones en el Parlamento [de Carrington y Luce del día 30], los submarinos nucleares en función de los artículos de la prensa del 31 –según informó el señor Molteni–, confirmó las sospechas en Buenos Aires de que los británicos estaban endureciendo su posición en la crisis en el sentido de reforzar militarmente a las Falklands. En este caso, las preparaciones para la ocupación inmediata de las islas habrían sido prudentes. Si, como luego fuera conjeturado, este había sido el día en el que la Junta habría tomado la fatídica decisión [de recuperar las Malvinas], entonces la divulgación mediática dada a las preparaciones militares británicas podrían haber sido responsables de haber provocado el acto que se supondría deberían haber impedido.” (Pág. 203). Pero para la Argentina y al decir de Rattenbach, ya había sido suficiente no sólo los “diecisiete años de infructuosas negociaciones y 149 de reclamaciones” desoídas sino además el envío de los buques y submarinos nucleares de los que había tomado conocimiento a fines de marzo, sumado al refuerzo de la dotación de marines en Puerto Argentino y a las declaraciones parlamentarias sobre el congelamiento de las negociaciones y la Fortaleza Falklands.
Aquí el origen específico del 2 de abril, como vimos en el fascículo anterior, adelantado en al menos cuatro meses según los planes originales del Comité Militar, aunque previsto por las Fuerzas Armadas al menos desde 1965. Y ahora una minúscula contribución al análisis que la democracia aún se debe del Conflicto del Atlántico Sur. Como señala Jorge Abelardo Ramos en su monumental obra Historia de la Nación Latinoamericana: “Los Estados Mayores de las Fuerzas Armadas, advertidos de los planes británicos, resolvieron precipitar la acción de reconquista de las Islas Malvinas. Fundaron su decisión en varias hipótesis, todas erróneas. [...] Entraron en guerra cuando ya era tarde para hacerlo. Si hubieran sabido desde el principio lo que ocurriría, jamás hubieran ocupado las Malvinas.” (Pág. 425). En efecto, nunca quisieron librar una guerra, menos una colonial y menos para perpetuarse en el poder; por lo general la orden que recibían los oficiales en el frente era el de defender, resistir; jamás un adelantamiento; jamás interceptar a la Task Force; jamás sumar a las decenas de miles de voluntarios civiles en los Consulados de la Patria Grande así como en la Argentina. Se confió más en el Estados Unidos mediador y en una Gran Bretaña civilizada que en el pueblo latinoamericano y las propuestas de apoyo militar del Tercer Mundo. La reacción y el pro imperialismo que hasta entonces prohijaron las FF AA en Centroamérica como en muchos de los Países No Alineados, ungió el estrepitoso fracaso de la Resolución 502 cuando los mismos No Alineados se abrieron de la Argentina. Quedaría en pie la patriótica Panamá a través de la figura de su brillante Canciller Illueca. Con razón Rattenbach denuncia los errores militares en el campo de operaciones y los errores diplomáticos en la ONU (por ejemplo, a mediados de marzo, Costa Méndez había dicho que la Argentina “no pertenecía al Tercer Mundo”); con razón denuncia la precipitada capitulación de Menéndez, planificada por quienes derrocaron a Galtieri y que luego habrían de encomendarle al mismo Rattenbach la investigación del conflicto bélico. Pero los errores de las FF AA durante la guerra de ninguna manera invalidan el acto del 2 de abril ni lo que vino después; mucho menos el coraje, patriotismo y profesionalismo de los Héroes de Malvinas (soldados, pilotos, infantes de marina, suboficiales y oficiales), de los caídos y los que volvieron, de los que aquí se quitaron la vida y los que siguen vivos. Los Héroes, sí, los que lucharon en defensa de la Patria y no en defensa de la dictadura; los que lucharon en inferioridad de condiciones –como se lucha en toda guerra colonial y desde 1806– y a pesar de eso, no dudaron en dar su vida por la causa. Como no dudó el pueblo argentino de separar la defensa de la soberanía nacional de la dictadura; como no dudó el pueblo latinoamericano y del Tercer Mundo de brindar su apoyo a la Argentina, a pesar de estar gobernada por una dictadura. El pueblo argentino debe aun estudiar y analizar las lecciones que dejaron aquellos meses de 1982. Es el mínimo homenaje que debemos dar a los Héroes argentinos y latinoamericanos, como el canciller panameño Illueca. ¿Cómo fue que se perdió la guerra? ¿A partir de cuándo o qué hechos? ¿La derrota se debió a la inferioridad técnica, militar, etc. o más bien obedeció a la naturaleza semicolonial, antipopular (genocida de su propio pueblo) y pro occidentalista de la máxima dirección militar del país? ¿Cuáles son las lecciones diplomáticas, políticas, culturales y militares de la democracia y para la democracia? ¿Cuáles para la construcción de unas FF AA sanmartinianas, democráticas y populares? ¿Y sobre la Resolución 502? ¿Hay diferencias con las resoluciones que abrieron la puerta a las invasiones a Irak, Afganistán y Libia? La descolonización pedagógica en relación con Malvinas, esto es, el desmantelamiento del proceso desmalvinizador, es capital a la resolución de la cuestión nacional. No por nada el propio Arturo Jauretche enseñó que “falsificar la historia, elaborar o destruir los prestigios políticos o intelectuales o morales, disminuir la fe en el país y en sus hombres, entre muchas otras, son las variadas técnicas de la colonización para que la semicolonia no se independice y construya su economía en razón de sus verdaderas posibilidades que la llevan la liberación”. Desmantelar la desmalvinización para honrar a nuestros Héroes, para concretar la aún pendiente movilización popular de todos los 2 de abril, movilización que inunde la Plaza de Mayo de banderas panameñas y argentinas, rememorando por altoparlante las históricas palabras de Illueca. Desmantelar la desmalvinización, en fin, para consolidar la República de los 40 millones y para emancipar unificando nuestra Nación Latinoamericana
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