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sábado, 31 de marzo de 2012

Gral. Martín Balza: Violencia, impunidad y justicia Las garras del Plan Cóndor

Fragmentos de su libro Mi historia argentina. Violencia, impunidad y justicia Las garras del Plan Cóndor
Año 5. Edición número 201. Domingo 25 de marzo de 2012
Por Martín Balza. Embajador en Costa Rica

politica@miradasalsur.com
El golpe militar del 24 de marzo no fue un golpe similar a los anteriores. Con él se inició el más funesto y degradante período de nuestra historia reciente, apoyado –según Gallup– por más del 60% de la población. La feudalización de las Fuerzas Armadas se tradujo en un insólito desguace por porcentual, que les asignó un ecuánime y curioso treinta y tres por ciento del poder (…). La causa principal del golpe fueron las ambiciones de poder de los altos mandos de las Fuerzas Armadas, secundados y estimulado por sectores del poder económico, que se beneficiaron con el capitalismo prebendario impuesto –sin limitaciones– por el ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz.
El plan de la dictadura era depurar a nuestro país mediante una forma extrema de eugenesia, que incluía la eliminación de todos aquellos que la represores consideraban irrecuperables. Incluía obreros, estudiantes, empleados, docentes y también políticos, sindicalistas, periodistas, diplomáticos, religiosos, sin reparar en niños y niñas, mujeres ancianos y algunos deportistas y militares.

En síntesis: una acriollada untermenschen (…). El Plan Cóndor obró una empresa criminal y siniestra fruto de una miope política exterior militarizada. Fue una verdadera transnacional del terror, integrada por los gobiernos militares de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, y con contactos en las fuerzas armadas de Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Fue concebida como tal por al dictadura chilena de Augusto Pinochet en el año 1975 e instrumentada por el general chileno Manual Contreras, jefe de la Dina.
Consistió en un plan continental de inteligencia y coordinación de servicios en esa área. No faltó la cooperación y el apoyo de los Estados Unidos instrumentado a través del secretario de Estado, Henry Kissinger, curiosamente premio Nobel de la Paz en 1973.
La plena vigencia de la guerra fría y el consentimiento y apoyo de los Estados Unidos contribuyeron a lo que hoy llamamos un execrable desenlace. La concientización ideológica se materializó a través de los cursos que los militares de distintos países realizaban en la desprestigiada Escuela de las Américas que, en aquel entonces, funcionaba en Fort Gulick (Panamá) y, desde 1984, en Fort Benning (Columbia) con el nombre de Instituto de Cooperación para la Seguridad Hemisférica. Sus métodos y doctrina dejaron sus huellas en 60 mil militares y policías latinoamericanos.
En nuestro país, ello se complementó con la doctrina francesa incorporada a fines de los cincuenta, que había fracasado –a pesar de sus abominables crímenes– en las guerras de Indochina y de Argelia.
No todos, por el contrario, pocos de los oficiales argentinos que realizaron cursos en la Escuela de las Américas fueron imputados por violaciones a los derechos humanos, claro que algunos de ellos son emblemáticos.
El área contaminada fue la de Inteligencia y su incidencia negativa se aprecia aún en algunos ejércitos latinoamericanos. El Plan Cóndor fue una exitosa planificación de asesinatos contra opositores ideológicos.
Algunas embajadas norteamericanas en Sudamérica, en agosto de 1978, fueron informadas. Creo oportuno destacar que algunas reuniones y operaciones del Plan Cóndor se realizaron durante el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón.

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