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sábado, 31 de marzo de 2012

A través de Ilea, y con financiación del Comando Sur, EE.UU. recluta y entrena a las policías más cuestionadas del Continente.















La guerra de las gorras sucias

Año 3. Edición número 124. Domingo 3 de octubre de 2010


La sublevación policial ecuatoriana es el epílogo de una serie de actividades subterráneas que tiene más de dos años de gestación: a finales de octubre de 2008, el ministro ecuatoriano de Defensa, Javier Ponce, reveló cómo diplomáticos norteamericanos se dedicaban a corromper a la policía y también a oficiales de las fuerzas armadas. El informe -citado por el periodista canadiense Jean Guy Allard en el portal Rebelión-,precisaba que unidades de la Policía “mantenían una dependencia económica informal con Estados Unidos, para el pago de informantes, capacitación, equipamiento y operaciones”. Tras la publicación de esa denuncia, la Jefatura de la Policía ecuatoriana anunció que sancionaría a los agentes que colaboraban con Estados Unidos mientras la Embajada estadounidense proclamaba la “transparencia” de su apoyo a Ecuador.

“Nosotros trabajamos con el gobierno de Ecuador, con los militares, con la policía, para fines muy importantes para la seguridad”, declaró la embajadora estadounidense en Quito, Heather Hodge, una veterana en desestabilizaciónes que estuvo a cargo de la Oficina de Asuntos Cubanos y actuó en Nicaragua tras la caída del sandinismo.

“La policía ecuatoriana, al igual que otras de la región, viene siendo instruida y adiestrada por su contraparte estadounidense. Esos generosos aportes no se canalizan a traves del gobierno ecuatoriano ni de la Embajada de Estados Unidos en Quito, sino que van directamente del Comando Sur a la Policía Nacional”, según relata a Miradas al Sur un académico que ha asesorado a esa fuerza de seguridad. El especialista describe a la Policía Nacional como una fuerza excesivamente militarizada y autonomizada que pretende emular al ejército ecuatoriano, una fuerza tan diversificada que hasta es propietaria de un equipo de fútbol que participa de la Copa Libertadores: el Nacional.

“El gobierno de Rafaél Correa quiso terminar con las prerrogativas de esa casta, pero no cuenta con cuadros de gestión para ponerlos en caja y menos aún para cortar el flujo de dólares proveniente del Comando Sur”, analiza el especialista.

Con la excusa de la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo internacional, Estados Unidos adiestra a los policías latinoamericanos. Para ello montó desde hace dos años una Academia Internacional de Aplicación del Derecho (Ilea, por sus siglas en inglés) que tiene sus cabezas de playa en El Salvador y Perú, pero que también actúa en Ecuador. Esta ignota unidad de adoctrinamiento en “técnicas de contraterrorismo” es la sucesora de la tristemente célebre Escuela de las Américas, la tenebrosa academia ubicada en Fort Benning, Georgia, de donde egresaron la mayoría de los dictadores y genocidas del continente.

En un visible cambio de su estrategia regional, Estados Unidos descentralizó en 2005 los entrenamientos secretos de militares y policías latinoamericanos, que hasta ese momento se realizaban en la Escuela de las Américas.

Cada uno de los centros de Ilea está dotado de inmunidad ante eventuales acusaciones de crímenes contra la humanidad y entrena en “técnicas de contraterrorismo” a un promedio anual de 1.500 oficiales de policía, jueces y fiscales. Su cuerpo de profesores está compuesto por instructores de la CIA, la DEA, el ICE (Immigration and Customs Enforcement) y el FBI.

La controvertida academia de El Salvador forma parte de una red de Ilea creada en 1995, bajo el gobierno de Bill Clinton, para dotar de instalaciones de entrenamiento a una serie de escuelas estadounidenses “a través del mundo, para combatir el tráfico internacional de droga, criminalidad y terrorismo con cooperación internacional consolidada”.

Al igual que en la Escuela de las Américas (SOA, por sus siglas en inglés), los programas de estudio y la lista de los alumnos y graduados de Ilea constituyen un secreto clasificado. Este secretismo preocupa a muchos observadores que recuerdan cómo las atrocidades de la Escuela de las Américas salieron a la luz pública en septiembre de 1996 con los descubrimientos de la reportera Dana Priest, del Washington Post. Además de los manuales de entrenamiento en tortura, el Post publicó una lista secreta de graduados desclasificada por los esfuerzos del sacerdote Roy Bourgeois, fundador de la entidad de vigilancia SOA Watch (Observadores de la Escuela de las Américas). Muchos ex alumnos de la SOA fueron reconocidos como líderes de escuadrones de la muerte y de los grupos más notorios de contrainsurgencia.

Ahora, los egresados de Ilea sirven de instructores en los programas operados por Blackwater, la firma privada norteamericana que se convirtió en “el ejército mercenario más poderoso del mundo”, según el libro del periodista Jeremy Scahill.

Desde que la Ilea fue inaugurada en El Salvador, la conducta de la policía de ese país –compuesta en un 25 por ciento de graduados de esta academia– ha demostrado una vuelta alarmante a lo peor del pasado:los escuadrones de la muerte.

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